||Capítulo veinticuatro||

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La primera vez que vio a Katsuki Yuuri debía tener al menos doce años

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La primera vez que vio a Katsuki Yuuri debía tener al menos doce años. No era nada especial, un pequeño niño de no más de ocho años: pequeño, gordito y con unas mejillas que constantemente tenía sonrojadas. Seguramente ni siquiera le habían hecho el examen de género, quién sabe.

Cabello negro, ojos rasgados y de un color almendrado, que con el sol se volvían acaramelados. Como un típico niño japonés, común, bastante común.

Estaba esperando a su prima, fuera de esa extraña primaria a la que él había asistido hasta hace apenas un año. No era mala, pero definitivamente no tenía ganas de regresar. Si lo hacía era por esa niña; sus tíos habían caído en ña bancarrota, y por ende se mudaron con ellos y sus abuelos. Era una buena chica, al igual que su hermano mayor de preparatoria, pero ya que la pequeña no conocía el área, él era el encargado de guiarla por ahí, y de paso llevarla a la escuela y acompañarla de regreso hasta que memorizara el camino.

—¡Nii-chan! ¡Seiya Nii-chan! —gritó su prima, Ayumi-chan, en cuando lo visualizó.

Aunque la pequeña se lanzó hacia él, no le puso mucha atención en el momento. Es decir, sí la atrapó en un abrazo, pero no era por otra cosa más que puro reflejo.

—¡Adivina qué! —dijo ella, entusiasmada—. La maestra hoy...

No le prestó atención. Estaba mirando a un punto en particular.

Ella. Esa chica, él la conocía, por supuesto. Katsuki Mari, la hija mayor de los dueños de las Aguas Termales más famosas de la ciudad, las únicas, de hecho. Mari-san había estado en su grupo desde que estaban en tercer año, pero no es como que eran mejores amigos; de hecho, solo se habían hablado un par de veces a causa de su propio mejor amigo, Takeshi-kun (o Ta-chan, como a él le gustaba decirle). Los había visto juntos un par de ocasiones, y en una de ellas resultó que hicieron un trabajo en equipo, cinco personas, entre ellas estaba él. Sí, había ido a la casa de los Katsuki.

Grande, cómoda, cálida, casi tanto como la de su propia familia. Tenían unos siete años, por lo que el pequeño hermano de Mari apenas caminaba y hablaba bien. Lo recordaba muy gordito y con unos ojos brillantes al mirar a su hermana. De verdad la admiraba y la seguía a todos lados, tanto que incluso Mari se fastidió y le pidió a sus padres que se lo llevaran para que los dejaran trabajar en paz.

Yuuri, era su nombre, si lo recordaba bien.

Ya habían pasado cinco años desde eso, y el niño apenas se veía diferente, solo más alto.

—¿Seiya Nii-chan?

Ayumi lo sacó de sus pensamientos, con una mirada curiosa propia de una niña de su edad. Sacudió la cabeza, dándole una última mirada a Mari y a su pequeño hermano, quien se aferraba fuertemente a la manita de su hermana mayor. Obviamente había ido a recogerlo.

—Vámonos —le dijo a su prima.

Cuando llegaron a su casa, todo parecía ir mejor. Se estaba olvidando de los hermanos Katsuki que no tenían nada de especial, pero al parecer llamaban la atención de muchos en Hasetsu.

||Closer to you|| [AU Omegaverse] Victuuri - SIN EDICIÓN. TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora