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MAGNUS.

Estaba en el balcón, mirando los autos pasar, su chaleco estaba a medio abrochar y su máscara estaba bien ubicada, el olor a loción entraba por su nariz y miraba los autos pasar a velocidad, esperando ver llegar a quien estaba esperando. Ya estaba cansado de que pasarán los días, todos vinieran por Alexander y ninguno de los dos habían hablado en persona para arreglar los asuntos ellos dos.

Por un momento todo lo que veía fue a parar a segundo plano, porque comenzó a recordar aquellos días anteriores.

Los días habían sido un poco pesado para él, el negocio parecía ser una caja asfixiante y no estaba alegre de tener como compañía a Jonathan, que se había dedicado a molestarlo y contarle de una chica que había conocido pero no le prestaba atención, algo que el moreno trataba de hacer oído sordo porque no estaba de ánimos para la palabra amor ni sentimientos de ello.

Pero estaba cansado, triste, Alexander ocupaba la mayor parte de sus pensamientos, y todo era por sus manos, sus besos, que habían sido efecto de un suceso anterior por parte del ojiazul y el había sido el escape de olvido.

Pero no lo culpaba, aquel chico estaba en sus situaciones, y estaba luchando solo enredándose a cada paso que hacía, no sabiendo donde dirigirse y si lo que estaba haciendo era lo mejor para él o no.

Y nada había mejorado cuando había visto a Raphael con el sirviente de Alexander pasar por la puerta, con una bolsa delicada y una sonrisa en su cara, no le había costado tanto escucharles y saber que no era un chico de la calle quién le había dado eso, si no que había sido obra de Alexander.

Ese día sus sentimientos habían estado mezclado, dónde su cabeza se había llenado de preguntas ¿Alexander pensaba en él? ¿Acaso tenían un sentimiento mutuo, más que amigo? Más que nunca había afirmado que Alexander estaba a punto de hundirse en su marea de problemas.

Entonces después de algunos días de lo sucedido, estaba disfrutando su día de descanso en su casa cuando se escuchó el timbre y tuvo que pararse de su sillón para abrir, pudo ver a Isabelle, la hermana de Alexander, en la puerta y una caja a sus pies.

Buenos días Magg.

La chica había entrado sin pedir permiso y lo único que pudo saber que sus horas de descanso, se fueron a parar a horas de conversación con aquella muchacha.

Miró hacia abajo cuando un chico alto caminaba en la vereda, a pasos lentos como si no quisiera llegar a su objetivo, Magnus sonrió.

—Alexander.

Se acomodó la chaqueta y suspiró, estaba perdiendo su dignidad, su orgullo, apareciendo en la fiesta de compromiso de un chico que le había usado. Pero tenía que dejar en claro todo de una vez, otra vez y asegurarse de una vez por toda que sucedía entre ellos.

Sabía que el ojiazul se daría cuenta que estaba, porque no había podido evitar que sus compañeros se colaran en su invitación. Según todos tenían sus razones, esas eran conocer a Alexander y Simón.

Miró el cielo, suspirando y esperando que la puerta de atrás se abriera o que alguien descubriera porque él está en ese lugar. Entonces sucedió, la puerta hizo aquel ruido al abrirse y el dejó escapar el aire de sus pulmones, se volteó mirando a Alec con atención, llevaba una vestimenta azulada con negro, y una máscara idéntica, estaba guapo, muy guapo.

Comenzaron a hablar, no supo cuanto, estaban comenzando a confesar todo lo que tenían dentro y ahora estaban a centímetros, justo a punto de besarse. Alexander había sido honesto más de la cuenta y confesó que lo quería.

— ¿Es verdad, me quieres? — preguntó Magnus.

Estaba sorprendido, muy sorprendido con todo, había pensando que Alec se cerraría de nuevo en su caparazón.

—Sí, te quiero.

Y Magnus no pudo evitarlo, agarró la cara del ojiazul entre sus manos y lo beso, deleitándose por volver a tocar esos labios que había querido volver a tocar, se arrimó más al otro chico, sintiendo como la manos del ojiazul pasaban por su espalda y lo empujaba más a su cuerpo, tratando de estar más cerca de lo que podían.

Alexander lo arrimó a la pared, donde estaban escondidos los dos para que nadie más lo viera, y comenzó a buscar meter sus manos y poder tocar su piel, Magnus no se lo negó, había esperado tanto revivir eso que subió su manos a su cabello y los enredo entre sus dedos mientras dejaba escapar un gemido y disfrutaba cada vez que Alec, desesperado, dejaba besos en su cuello.

Estaban teniendo un momento íntimo tan bueno, que Magnus quería llevarse a Alec lejos y poder hacer un momento íntimo mejor a lo que estaban teniendo ahora.

Cuando la puerta se abrió y los dos se separaron sorprendidos, en la puerta estaba Raphael un poco asustado.

— ¿Q-qué? — preguntó Alec.

Los dos, Magnus y Alec, estaban agitados.

—Lidya te está buscando por todo lado, y subirá aquí si es su última opción.

Magnus pudo ver cómo Alec le miraba esperando algo de él.

—Si quieres que nos vayamos, entonces hagámoslo.- dijo Alec.

Y aunque Magnus quisiera, no podía permitir que Alec se metiera en problema, solo se acercó de nuevo hasta el ojiazul y acomodó su vestimenta, y sonrió.

—Arreglaremos eso más adelante, ahora bajarás y nos estaremos viendo en cada momento— dijo Magnus— ahora ya sabemos nuestros sentimientos, y sé que tú no volverás a hacer nada que pueda herirme ¿O me equivoco?

Vio a Alec sonreír.

—Nunca lo haré— afirmó Alec— no te me pierdas de vista Magg.

Y el ojiazul bajó con Raphael, mientras Magnus se quedó asentado en la pared sonriendo embobado.

N/A: Eterna gratitud a ustedes por su lectura, sus votos y comentarios, miren hasta donde hemos llegados 😊 3k 👏👏. Fue tan lindo ver esto, ver que está idea les está gustando. Me divierto tanto con su comentarios, y saben que siempre están presentes en mi vida. Gracias y les quiero.

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora