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Magnus.

Llegó al local, dejando que Jonathan pudiera irse a dar unas vueltas como sabía hacer todos los días, aún no sabía porque no conseguía a alguien a su lado ¿Acaso quería llegar a su fin humano? Estaba loco sí esperaba aquello tan paciente. Como sabía ser habitual, en el local no venía nadie, rara vez venían.

La puerta se abrió dejando escuchar la campanilla de un visitante, Magnus subió la mirada y enrojeció a ver a Alexander llegando con una sonrisa, una bolsa de biscochos y dos tazas de café en sus manos.

—H-Hola.

Se sentía tan incapaz de hablar, cuando había sido culpable de comenzar las provocaciones y había estado apretando en la cama de Alec.

—Traje comida y leche para estar toda la tarde.

Parecía mucho más seguro, y sentía curiosidad de saber que había pasado en su casa y de que había hablado con Lidya para que llegara así.

—Genial, tengo mucha hambre.

Alec se quedó del otro lado mientras habría la tapa de su taza y pasaba su lengua por sus labios, haciendo que Magnus se sonrojara a esa provocación.

—Tenía tantas ganas de tomar leche. — dijo Alec.

Quién le guiño un ojo y Magnus no pudo decir nada, se quedó atónito, no sabía si lo estaba entendiendo mal o si estaba diciéndole en doble sentido. Agarró su taza, se dedicó a abrirla y darle un sorbo.

Sentía la tensión en el aire o solo era el que no sabía afrontar los que había sucedido y esta situación.

—Yo igual, no he comido nada.

Abrió la bolsa sacando un biscocho para llevarlo a su boca y tratar de disminuir aquello que sentía o por lo menos no meter la pata.

—Tienes algo...

No pudo moverse cuando vio a Alexander estirándose hacia él y con su dedo pasándolo por el contorno de sus labios, para después llevarlo a su boca y chuparlo. No pudo hacer más que comenzar a balbucear.

—Y-Yo... Ah...

— ¿Qué pasó gatito, te comieron la lengua los ratones?

No podía imaginarse a ese ojiazul tratando de coquetear justo con él, pero ahí estaba diciéndoles coqueteos y haciéndole enrojecerse entero.

—Santos cielos Alexander ¿Qué ha sucedido? Estas tan coqueto.

El chico pareció reaccionar y se enrojeció, a ser pálido se notaba su sonrojó, comenzó a mover sus manos nervioso.

—Lo siento ¿Me sobrepase? Sabía que no debía seguir los consejos de Jace e Izzy.

Magnus se salió de detrás del mostrador y se acercó a Alec, lo que menos quería era sacar su seguridad que había tenido antes.

—No, fue lindo— dijo Magnus— solo que no estoy acostumbrado a que me estén coqueteando.

Se acercó dándole un casto beso en sus labios, no le importaba que tuviera una prometida porque había dejado en claro que le gustaban los chicos, y él era un chico.

Alec dejó sus manos en sus caderas y el beso comenzó a volverse más intenso, como sucedió en la habitación. Magnus sintió como el ojiazul lo levantaba y lo sentaba en el mostrador, la media tarde había caído al piso, para separarse del beso y mirarse a los ojos, la respiración de ambos estaba acelerada y querían más.

El moreno abrió las piernas para darle más acceso al ojiazul y este aprovecho, dejando besos en los labios para después bajar hasta el cuello, Magnus no pudo evitarlo, dejó escapar un gemido.

—Jace tiene razón— susurró Alec— besar la piel del indicado es como sentir un placer interno.

Magnus lo alejó y lo miró sorprendido.

— ¿Qué?

—Me gusta tu piel.

El ojiazul volvió a besar sus labios, atrapando en sus dientes el labio inferior, para después soltarlo ¿Cuántas experiencias había tenido Alexander?

—Estamos en el local— suspiró Magnus.

Alec le alzó apretándolo en su cadera y comenzó a caminar hacia la puerta de atrás, donde la casa se separaba en un mini estar para los empleados, lo apoyó contra la pared besándolo mientras sus manos entraban bajo su ropa. Magnus no pudo evitarlo, jadeó otra vez por la sensación.

No podía pensar en claro, Alec se estaba tomando su ritmo para acariciar haciéndole perder la razón, cuando estaba por querer sacar la remera del ojiazul este se separó, y Magnus tuvo que agarrarse de la pared para que sus piernas que temblaban no fallaran.

—No— dijo agitado Alec— lo siento, lo siento Magnus.

El moreno tragó con dificultad, tratando de hacer callar su corazón para que Alec no le viera cómo le había afectado ese beso.

— ¿Por qué pides disculpas?

Al fin que estaba creyendo que estaba conquistando al ojiazul y habían tenido un momento tan íntimo, el chico pedía disculpas. Lo veía agarrándose de la remera con fuerza y mordía su labio a punto de lastimarlo.

—Porque te estoy usando, me acosté con Lidya y mi repugnancia fue tan grande que vine a ti para sacarlo— susurró Alec— no quiero embarrar tu cuerpo, ese cuerpo que casi me lleva a la perdida de la razón, con la asquerosa marcas que han dejado las manos de aquella chica. No lo mereces, lo siento.

Magnus vio cómo se estaba por ir, y lo hubiese dejado porque se sentía ofendido, pero solo lo agarró del brazo y espero que lo mirara. Marcas, eso había dicho Alec, esperaba que no fuera lo que pensaba, sin pedir permiso alzó la remera y vio como líneas atravesaban su piel de porcelana, rasguños.

—Y-Yo...

No tenía palabras para decir, dentro de él dolía lo que Alec le había confesado, quiso usarlo, pero también dolía ver aquello.

—Ódiame— suplicó Alec— o seamos compañeros, empecemos desde que nos conocimos acá en el local, que no pasó esto, que solo tenemos una amistad de trabajo.

Esta vez fue Magnus quién se fue.

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora