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A la tarde de ese día, Alec volvió a trabajar sintiéndose mal por comenzar siendo irresponsable en su trabajo, pero se había mezclado con lo sucedido en su casa, sus sentimientos eran como una montaña rusa, subían y bajaban, se mantenía equilibrado y a veces después de una voltereta solo iba en bajada.

Cuándo entró a la tienda, tuvo que golpear ya que estaba cerrada, esperaba no ser atendido por Luke o Joselyn, no quería que lo retarán por ello, pero no fue así, fue recibido por su hijo mayor, del cual tanto Clarissa hablaba maravillas, y tenía razón, el chico parecía simpático hasta cuando le abrió sonriendo.

—Siento que esté cerrado, no hay personal hasta más enseguida—dijo el chico—pero si me das paciencia, yo te atenderé en lo que necesitas.

El chico comenzó a tartamudear a no tener experiencia para poder establecer conversación con alguien no conocido.

—S-Soy el personal nuevo—balbuceó Alec.

Mientras veía como este se hacía a un lado y Alec pasaba por su lado, llevándose el olor a antigüedad, hasta que cruzó por su vista un cuervo que se quedó posado en un jarrón marrón.

—Papá, no seas así, se amable con el nuevo personal—dijo Jonathan.

Alec comenzó a caminar hasta atrás del mostrador y se quedó ahí, mientras Jonathan daba vuelta el cartel de abierto a cerrado a la tienda.

— ¿Así que tú eres el cuñado de mi hermana?

Alec asintió mientras trataba de no mirarle, ojear un libro, respirar con normalidad, pensar los consejos que su hermana le daba para sociabilizar.

—Si, ¿Te has enterado de buenas noticias?

Sentía como el cuervo paseaba por la sala.

—Oh claro, felicitaciones para ellos— dijo Sebastián—los iré a felicitar por mí mismo ahora mismo.

Entonces la puerta recibió el tintineo de la campanilla y todo quedó en silencio, cuando Alec levantó la mirada y vio que no estaba ninguno de los dos, suspiró. No sabía cuándo se había convertido así, no poder sociabilizar con los demás chicos por miedo a ser castigado, que supieran su verdad, que le gustaban los hombres.

—Me gustan las mujeres—susurró.

Pero no podía aceptarlo, era como un rechazo que tenía hacia aquello, hacia aquella mentira que quería hacer verdad, no le gustaban las mujeres, no le atraían, con solo definirlas mujeres era un rechazo que había, no era que sentía un odio hacia ella, si no que no podía pensarse con alguien a su lado que no fuera un chico.

— ¿Me gustan las mujeres?

Sabía que nadie le diría nada, estaba solo en ese lugar haciendo el mismo proceso de aceptación que todos los días, y no, no le gustaban las mujeres, no le gustaba nada de ellas y nadie podía cambiar ese ideal.

El tintineo de la puerta le saco de su pensamiento, enrojeció cuando vio a Magnus pasar por ella, con un nuevo cambio de ropa, con una encantadora sonrisa, en una de sus manos tenía dos vaso y en la otra una bolsa que debía ser comida.

—Buenas tardes—dijo Magnus.

Alec sintió aquel acento en sus palabras, un acento diferentes a todo los demás, y se odio por no notarlo ante.

—Buenas tardes a ti—saludo el ojiazul.

El chico moreno se acercó al mostrador para dejar la comida ahí, mientras sus ojos chocaban con la de él, se acordó lo que había sucedido con su hermana y sintió curiosidad de como habían sido antes, pero a la vez sentía fascinación, más temprano había querido que su hermana tuviera sus ojos negros de nuevo, pero ahora quería que Magnus tuviera sus ojos de gatos por toda la vida para solo apreciarlo.

— ¿Quieres tomar? Es leche—dijo Magnus—creí que te gustaría.

Alec sonrió como si fuera las palabras más maravillosas, y lo sabía, no podía negarlo.

"Me gustan los hombres."

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora