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Cuando llegaron a la sala, todos tomaron aire antes de entrar, Alec y Jace como siempre solían hacer colocaron sus manos detrás de su espalda esperando ser nombrados, mientras que Isabelle solo había llevado sus manos a sus caderas como una forma de desacuerdo de estar ahí.

Alec a veces quería reprender aquellos actos que su hermana tenía frente a sus padres, ellos merecían respetos de sus hijos, después de todo le estaban dando una vida acomodada.

— Sigues llevando esa ropa, Isabelle.

El ojiazul suspiró mientras bajaba la mirada, no se acordaba cuando había empezado todo, pero no había día que Maryse le dijera aquellas palabras a su hermana, como si en verdad estuviera ofendida y desilusionada de ella.

— Es mi ropa, Maryse.

Y Isabelle había decidido llamarla por su nombre de pila, la tensión sabía notarse cuando ellas dos estaban cerca.

— Sabes que opinó de tu ropa, pareces estar siempre buscando atención, no quiero verla en esta casa, ni fuera.

— Ya está madre. ¿Para qué no han llamado?—preguntó Jace.

Alec cerró los ojos con fuerza, el debió haber dicho aquellas palabras y detener la absurda pelea, pero era tan cobarde. Sintió la mano de su hermana en su brazo y la miró, ella solo le dedicó una sonrisa.

— Vengan, no tomaremos mucho de su tiempo—dijo Robert.

Los tres se sentaron en unos sillones mientras los adultos los miraban desde el otro sillón.

— Mis niños, los trajimos acá para hablar sobre conseguir una pareja—dijo Robert.

— Yo ya tengo a mi pareja—dijo Jace.

—Si a eso le llamas pareja...—dijo Maryse de mala manera—. Tú eres un ser grande mi pequeño Jace, tienes aún dos años para que decidas bien, ella es un ave, sus animales internos son tan distintos.

Alec pudo ver como su hermano fruncía el ceño y se cruzaba de brazos.

— He dicho que no quiero que se entrometan en mi vida personal— dijo Jace—, y ahora iré con mi novia, futura esposa, a pasear.

Y salió por la puerta, haciendo a Alec suspirar mientras miraba la reacción de sus padres.

— Esos comportamientos comenzaron cuando esa niña llego a su vida— dijo Maryse.

Los dos menores se quedaron callados mientras veían como Robert consolaba a su mujer, Alec suplicó que Isabelle no dijera nada malo, había mucha tensión para un poco más.

— Mamá, Jace ya es lo bastante grande para tomar sus decisiones—dijo Alec—podemos terminar esta charla, debo salir.

Los dos adultos se sentaron frente a ellos, parecían coincidir en sus pasos, en las expresiones de sus rostro, en sus posturas y hasta el color de su vestimenta; ellos creían que ser animales idénticos debían ser compatibles en todo. Alec no imaginaba a alguien que fuera compatible a ese nivel junto a su lado.

— En unos días vendrán quiénes serán su pareja—dijo Robert.

Haciendo que Alec e Isabelle lo mirarán confundido.

— ¿Qué?—preguntaron en unísono.

Maryse asintió concordando con su esposo.

— Hemos decidido buscar a su pareja por nosotros mismos, dignos de ustedes, de esta familia.

— Estás loca si crees que yo voy a estar con alguien que no conozco y hayan elegido ustedes— dijo Isabelle.

Se levantó y tenía sus manos en sus caderas mientras los miraba molesta, Alec la agarró del brazo e intento sentarla de nuevo, pero Maryse también se levantó y Alec no pudo más que evitar suspirar y esperar la pelea.

— Yo y tu padre pasamos por eso, nos conocimos por nuestros padres y nos casamos a la semana, nos dimos cuenta que nos amamos—dijo Maryse levantando la voz—tú pasarás por lo mismo.

Alec miró a su padre, este había bajado la mirada.

— Mamá...—trató de decir Alec.

Pero su madre lo hizo callar.

— Yo prefiero a alguien que tenga un animal diferente al mío, que seguir tus pasos, tu vida, algo que sea referido a lo que has pasado.

E Isabelle salió de la habitación sin volver la mirada atrás, Alec solo bajó la mirada mientras escuchaba como su madre gruñía y caminaba de un lado a otro.

— Si quiere a una persona de esas, le daré a alguien de ellos—musitó Maryse—, y tú Alexander prepárate para la llegada de Lidya.

Alec miró a su padre y después subió su mirada a su madre, tenía su ceño fruncido, sus hombros estaban tensos y parecía a punto de estallar, si decia algo seguramente recibiría un buen regaño o hasta un golpe. 

— Sí, madre.

Se levantó para comenzar a caminar a la puerta, escuchando a su padre antes de alejarse de esa sala.

— Eres nuestro orgullo mi niño, no nos falles.

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora