La Orden de Alfeo. Parte 2.

5.9K 823 73
                                    

Llegamos a la casa de los Lavisier poco después. La verdad es que aquel sitio siempre me provocaba una extraña sensación que conseguía ponerme los nervios de punta con solo acercarme a él. Me arrimé más a Christian al sentir los primeros escalofríos.

Llamamos, pero no nos abrió la sirvienta de la otra vez, así que esperamos un rato hasta que, finalmente, Lisange empujó con cuidado la puerta y esta se abrió sin ningún impedimento.

Entramos en el interior. La casa estaba más desierta y vacía que la última vez que habíamos ido allí. Había muchas cosas rotas: muebles partidos, paredes desconchadas, marcas de arañazos por cortinas, sábanas, cristales... Era como si un animal salvaje hubiera sido encerrado ahí dentro.

—¿Qué ha ocurrido aquí? —susurré con un hilo de voz. Christian se acercó a uno de los arañazos y lo examinó.

—No son garras —anunció pasando un dedo sobre uno de ellos—. Son marcas de un cazador.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté aproximándome a él.

—Si fuesen de un guardián serían más estrechas —me explicó señalando las huellas—, por lo afilado de sus uñas, pero estas son demasiado profundas; solo alguien con una fuerza de cazador podría hundir los dedos tan profundamente en la piedra.

—Cazadora, más bien —intervino Lisange dirigiéndole una mirada elocuente a Liam.

Él asintió.

—Helga... —murmuró él.

—¿Ella vive en esta casa, ahora...?

El eco de mi voz entre las paredes me produjo de nuevo aquella horrible sensación.

—Los Lavisier se fueron poco después de nuestra visita. Lo más probable es que la abandonaran aquí.

—Y está descontrolada—agregó Lisange—. La presencia que siente debe de ser enorme si ha perdido los nervios de esta manera.

Echó un vistazo a su alrededor observando todos los desperfectos.

—Tal vez deberíamos irnos —sugerí.

—No, no —soltó Lisange concentrándose en algo—, todo lo contrario, Lena. Debemos quedarnos.

—¿Qué? —me volví hacia ella, sorprendida—. Lisange, está loca.

—No, Lena. Jamás podríamos llegar a comprender todo el mal que padece.

—Pero es peligrosa —insistí.

—No lo creo. De todas formas, esto tiene ya un tiempo. Seguramente ha huido ya de la ciudad.

Liam se volvió y se enfrentó a todos con semblante duro.

—Se acabaron las escapadas nocturnas; espero que

haya quedado claro, Christian. Hemos permitido que conviváis con nuestro clan y no deseo tener que arrepentirme de ello. Os hemos brindado demasiada libertad, pero se acabó; no vamos a permitir que pongáis a un miembro de esta familia en peligro. Hemos tolerado esto demasiado tiempo.

—Sé cuidar perfectamente de Lena. No estaría más a salvo en ninguna parte de lo que lo está conmigo.

—No estoy tan seguro de eso.

—Ese es el problema —comenzó Christian de nuevo, con fingida calma—, crees que voy a hacerle daño.

—Por razones obvias. Sois lo que sois y eso nada ni nadie va a cambiarlo.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora