Amistades peligrosas . Parte 1.

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¿A quién le apetece leer un ratito? :)

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Christian y yo caminábamos abrazados por el suelo adoquinado de la estrecha calle. Varios metros más atrás Gareth y Gaelle nos seguían cogidos de la mano. Cuando llegamos junto al coche, él se volvió hacia mí, juntó su frente con la mía y tomó mi rostro con ambas manos.

—Júrame que estarás bien. Júrame que no saldrás de este lugar. —No lo miré—. Lena. —Alzó mi cabeza para obligarme a clavar mis ojos en los suyos—, júramelo —dijo con los dientes apretados—, o no me moveré de aquí.

—No me pidas eso —musité—. Sabes que no quiero que te vayas sin mí. —Él suspiró y me abrazó.

—Te dejo con las únicas personas en quienes podemos confiar ahora —susurró contra mi pelo.

—Prométeme que cuidarás de que no te ocurra nada. Christian apretó sus labios, juntó aún más su frente a la mía y soltó mi rostro para tomar mis manos y alzarlas hasta su boca.

—Eres todo cuanto me importa. —Las besó con fuerza—. Solo te pido que sigas aquí cuando regrese.

Las soltó lentamente y se separó. En ese preciso momento en que su piel dejó de hacer contacto con la mía, sentí como si toda la vida se me fuera.

Una fuerza brotó dentro de mí, deseando gritarle que se quedara, pero le quería demasiado; lo suficiente como para permitir que se alejara, si eso lo mantenía a salvo de mí. Eso era, en realidad, lo único bueno que podía hacer por él.

Gaelle se despidió de Christian y luego rodeó mis hombros con un brazo, supongo que intentando reconfortarme. Gareth le dedicó un apretón de manos y una palmada en la espalda.

—Estará bien con nosotros —lo tranquilizó—. Cuídate. De pronto algo me golpeó con fuerza y se abrió camino para llegar hasta Christian. No tardé ni un segundo en distinguir una pequeña cabecita rubia, pegada a un cuerpo que se aferró con demencia a él.

—¡No te vayas! —suplicó la vocecita—, ¡no me dejes de nuevo!

—Tine... —Christian estaba tenso, pero se arrodilló hasta quedar a la altura de la niña—, solo serán un par de días. Esperaba que juzgaras esta despedida como innecesaria. Ambos sabemos que soy bueno.

—El mejor —corrigió ella y él sonrió.

—Entonces, recuérdalo. No tienes de qué preocuparte.

—Pero te vas... ¡te vas por su culpa! —Los ojos de Christian se desviaron hacia mí, que contemplaba la escena incómoda.

—Me voy porque es lo que debo hacer.

—¡La odio! —gritó.

—Vas a protegerla —su voz se volvió mucho más severa—. Si la dañas, me dañarás a mí.

—¿Dejarás de quererme si lo hago? —musitó con voz dolida.

Él tomó aire y le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja, de forma paternal.

—Si le ocurre algo, te buscaré y acabaré contigo. — Ella bajó la cabeza, abatida. Yo lo miré incrédula, ¿cómo podía hablarle con esa crueldad?—. ¿Ha quedado claro, Valentine? —Asintió enfadada y se alejó de él hasta situarse junto a Gareth. Christian volvió a ponerse en pie, se irguió y nos contempló a los cuatro—. Se acabaron los sentimentalismos. Regresad, se está haciendo de noche.

Me observó una última vez y, sin decir nada más, dio media vuelta y se encaminó al automóvil. No echó ningún otro vistazo, ni pronunció ninguna otra palabra, entró en el vehículo, puso el motor en marcha y desapareció.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora