Trastorno de personalidad

3K 452 139
                                    

—Entra en el coche —me pidió por enésima vez.

—No voy a ir contigo —le dije, andando a través del bosque.

Él me siguió. La tensión podría haberse partido en trocitos de haber querido. No sabía qué hacer, estaba tan incómoda que ni siquiera me atrevía a mirarlo y desde luego él tampoco se había molestado en girarse hacia mí. Me daba pánico la sola idea de que se cruzaran nuestros ojos.

Observé el paisaje, intenté concentrar mi atención en los sonidos que nos rodeaban, pero era imposible. Estar ahí, sintiendo su presencia, me impedía concentrarme en otra cosa que no fuera él. Sentía miedo, sí, pero estaba mezclado con dolor y nostalgia. Había algo que me empujaba a acercarme a él, a tocarlo, a sentirlo de nuevo,... Deseaba con desesperación refugiarme entre sus brazos tal y como lo hacía antes, pero estaba asustada, demasiado como para permitir siquiera ese pensamiento.

—En el pasado manteníamos conversaciones interesantes.

—¿Hablar? —pregunté volviéndome hacia él—. ¿Quieres hablar?

Si el silencio de antes fue incómodo, no había ni punto de comparación con este. Él se limitó a volver a mirar al frente.

—Debes olvidarme.

—No tengo esa facilidad.

—Pues adquiérela.

—Enséñame a hacerlo.

—¿Qué es lo que te ocurre? ¿Qué no funciona bien contigo? Te he prometido la muerte, Lena, te entregué a mi familia, he intentado demostrarte lo que soy, ¿qué más necesitas?

—Si quieres matarme —dije aún asustada—, ¿por qué no lo has hecho ya?

—¿Pretendes decirme cómo he de hacerlo? —su tono fue gélido.

—No.

—Bien, porque podemos dar la vuelta, si quieres. Tengo toda la noche por delante —amenazó—. No entiendo ese afán descontrolado que tienes porque alguien acabe contigo.

Me quedé callada durante unos segundos.

—Yo no quiero que nadie acabe conmigo, Christian. No quiero morir de nuevo.

Él ladeó la cabeza hacia mí y alzó la comisura izquierda de su boca.

—Eso sí que es una sorpresa. —Su sonrisa se tornó amenazadora—. ¿Significa eso que empiezas a sentir aprecio por esta vida?

—Puedes creer lo que quieras. —Sabía por qué lo decía. Él estaba esperando ese momento. Frunció el ceño y volvió a concentrarse en la carretera.

—¿Cuándo empezaste a tenerme miedo? —su voz dejó ese tono helado y se transformó en otro profundo pero sincero. «Esa era la otra condición», chilló una vocecilla en mi interior—. Realmente no necesito que adores esta vida para hacerlo, Lena, me basta con tu temor. ¿De verdad creías que no me daría cuenta?

—Si lo dices por lo que acaba de ocurrir...

—No me refiero a eso —interrumpió—. Lo anormal habría sido que no sintieras pánico. Hablo en tu día a día. — Fui a decir algo, pero no pude—. Habría preferido mil veces tu odio —comentó para sí mismo.

—No puedo odiarte, Christian. Lo he intentado. Creí que te odiaba después de ver a Helga, pero no puedo sentir dos cosas tan grandes al mismo tiempo.

—Deberías desterrar lo demás. No hay nada digno de ser amado en mí.

—Sí que lo hay —alegué de forma automática—, o lo había...

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora