Prólogo

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Historia publicada: 26/11/2017.

Corregida: 2022.

La musculatura comenzó a responderme, mis ojos se abrieron con tardanza y los oídos se me destaparon en el momento en que un enérgico chasquido insistió incontables veces pegado a ellos

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La musculatura comenzó a responderme, mis ojos se abrieron con tardanza y los oídos se me destaparon en el momento en que un enérgico chasquido insistió incontables veces pegado a ellos. Mi visión dejó de ver triple, volviéndose más nítida y esforzándose por lograr divisar esa silueta frente a mí.

Un tipo bronceado, melena carbón, ojos avellana, inverosímil cuerpo, ostentosa vestimenta y cargando un sex appeal irresistible y magnético me estudiaba en silencio.

—¡Por fin despiertas, Bella Durmiente! —El silencio llegó a su fin cuando notó que estaba ya consciente, celebrando con una voluminosa, pero mentirosa sonrisa y suscitando dañinos efectos en mí. Su habla retumbó en mis sienes, llevándome a apretar los parpados y exiliar un bajo quejido. La cabeza aún me palpitaba y me pregunté qué me habían inyectado, porque sucedía que fue exorbitantemente intenso para mi pobre sistema.

Noté —cuando pretendí hablar— que mi boca se descubría amarrada por un trapo y mis pies atados a las patas de la silla en la que estaba sentada con las manos amarradas por detrás del respaldo. Giré con cautela la cabeza hacia la izquierda y los ojos casi se me salen de las cuencas al toparme con una larga mesa con tijeras acomodadas en filas y de distintos tipos y tamaños esperando con impaciencia meterse en mi carne y oírme gritar. La piel se me tornó de pollo y mi cerebro comenzó a proyectar monstruosas imágenes de mi cuerpo tumbado y siendo víctima de esos metales filosos, dueños de súplicas y llantos ajenos.

—Dime una cosa, heladito —hizo una pausa al tiempo que carraspeaba y me quitaba el trapo. Lo arrojó al piso y se agachó, colocando las manos sobre sus rodillas para quedar a mi altura—, ¿quieres morir? —Su pregunta salió con tanta fluidez que me atrapó inadvertida, poseyendo el semblante más serio que vi en mi vida.

—N-no.

—Entonces, si no quieres morir, deberás responder a mis preguntas. —Usó un irritante tono infantil como si estuviera hablándole a una niña de cinco años. Aquella burla motivó a sus gorilas a reír por lo bajo, festejándole a su jefe hasta los insultos dirigidos a ellos y me retuve por no escupirle un ojo o arrancarle la nariz con mis dientes—. Eh, heladito —musitó ese apodo y mi esqueleto vibró cuando pretendió rozar mi mejilla—. Seguramente, todos te dicen lo bonita que eres, ¿no? Es cierto, lo eres, pero... me pregunto qué pasaría si les muestro a todos cómo luces en muchos trozos, o meramente con los cortes que mi navaja está dispuesta a hacerte. ¿Podrán todavía llamarte bonita? —reflexionó—. La belleza no importa cuando estás muerta, ¿sabes? El exterior es débil, dura solo un momento. ¿No aprendiste que la belleza interior es lo importante? Esa sí dura para siempre. —Su dedo logró trazar el contorno de mi mandíbula, iniciando con dibujos de falsas cicatrices en mis mejillas y suscitando que mis ojos colapsaran de agua y los nervios detonaran—. No estoy muy seguro de que a ScarBody le agrade la idea de tener una rival.

Un Gangster Enamorado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora