CAPÍTULO VI

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«Una masacre en el mar».

Los fuertes vientos azotaron mi rostro nada más salir por la parte trasera del laboratorio, y lo que encontré fue una plataforma marina dentro de un recinto controlado. Las ondas iban y venían con euforia, arrasando unas tras otras y rompiendo contra la parte superior del muelle donde nos localizábamos.

Por alguna extraña razón creía que, cuando Daryl decía peces, no se refería a los de Buscando a Nemo.

Su presencia tras mi espalda me paralizó, pues aquellas manos que, con anterioridad, casi me follan, estaban sosteniendo mis hombros con rigor. Su boca halló mi oído y en un raquítico pero amenazante susurro soltó:

—Te presento a mis bebés.

Una aleta dorsal ascendió del agua enseguida que el gangster coronó la oración y dos más le siguieron el ritmo rompiendo las ondas; eran tres tiburones de más de tres metros cada uno nadando hacia nosotros con tanta ligereza que creí que saltarían hacia el muelle y nos devorarían en un dos por tres.

Daryl rio con malicia cuando procuré —en vano— retroceder, aterrorizada, pero sus manos posesivas me obstruyeron el paso con dominio, tomándome con más rigurosidad por los hombros, y sus dedos de piedra apretaron mi piel erizada.

—¿No quieres servir como carnada, heladito? —musitó juguetón, pero el único que se estaba divirtiendo en este juego era nada más él—. Sería para ver si la mierdita da la cara de una vez por todas. Hay altas chances de que no porque es un maricón de mierda, pero también puede que sí. Capaz ganó algo de valor cuando me traicionó y lo use para el momento indicado, el cual sería este.

Sentí las lágrimas frías resbalar por mis pómulos y la piel tiritar porque estaba cayendo en la realidad.

¿Qué pensaba?, ¿que por haberme metido los dedos dejaría de ser un asesino y me enseñaría..., no sé, a Flounder de La Sirenita?

—Ven, te los presento.

Tomó una vez más mi mano y nos acercó al contorno del muelle débil ante nuestras pisadas. Las tablas refunfuñaban a cada paso y las ondas traspasaban los espacios entre cada una al romper contra ellas. El sonido del agua era dulce, embriagador y en ella el reflejo de la luna colisionaba.

—¿Ves a esa? —Señaló una sombra marina a lo lejos, podía apreciar su color verde azulado y presentando una serie de rayas oscuras transversales, aunque no estaba muy segura gracias a la oscuridad de la noche—. Esa es mi nena, mi orgullo. —Sonrió gozoso, cual padre satisfecho por sus frutos—. Es un tiburón tigre y mide, aproximadamente, tres metros. Aunque sea la más pequeña, no quiere decir que sea la más apaciguada. Suele ser la primera en atacar y, aunque no tenga hambre, su sed de sangre es más fuerte y mata solo por sentir que invaden su territorio.

Un Gangster Enamorado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora