CAPÍTULO VIII

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«Ahorcado».

Me apropié de su mirada cuando lo capturé por el rostro con el fin de acabar con la tortura de tenerlo a una infinita distancia del mío, por más que la mayor parte del tiempo estuviera a escasos milímetros

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Me apropié de su mirada cuando lo capturé por el rostro con el fin de acabar con la tortura de tenerlo a una infinita distancia del mío, por más que la mayor parte del tiempo estuviera a escasos milímetros.

Sus labios atrayentes se entreabrieron para finiquitar el suplicio y divisé la punta de su lengua asomándose para la caza como la cabeza de una serpiente saliendo de su guarida, pero cuando percibió la amenaza, se adentró en alerta.

Perdí su mirada, pues esta se tornó turbia dándome un pésimo presentimiento. Su cuerpo estrujó más el mío, pero no por las razones que me gustarían, sino porque reaccioné precipitadamente e intenté apartarlo de la puerta —gracias a Dios— cerrada. Su mano posesiva me obstruyó los movimientos y la otra me prohibió emitir palabra alguna.

Temía por mi hermano, pero más por mí, ya que era yo la que estaba con la espalda pegada a su pecho, una palma casi asfixiándome y la otra enredando mi cuerpo cual tentáculos de lava.

Terror era lo que sentía ahora al estar entre sus brazos, esos mismos que me salvaron de una trágica muerte y me envolvieron innumerables veces con el fin de ir mucho más allá de lo que pudimos llegar

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Terror era lo que sentía ahora al estar entre sus brazos, esos mismos que me salvaron de una trágica muerte y me envolvieron innumerables veces con el fin de ir mucho más allá de lo que pudimos llegar.

Es boca que me besó la piel con lujuria ahora estaba lejana de la mía, estirada y festejando en voz baja con una sonrisa siniestra dibujada en la cara.

—No traje el silenciador, qué pena. Solo espero que a los vecinos no les importe oír cómo mi cargador se vacía en el cuerpo de tu protegido.

—Daryl... —alcancé a decir con su palma pegada a mi boca—. Por Dios, no es justo que hagas esto.

—Parece que a tu Dios no le interesa lo que es justo, porque estoy a punto de hacerlo y no veo cosa que me lo impida.

Mis dientes me lastimaban el interior de los labios por la presión de su mano ejerciendo al callarme y la respiración se bloqueaba en mi garganta. Sentía un remolino en el interior y quise vomitar de los nervios, desmayarme o morir, pero no lo permitiría porque a él no le importaría. Me dejaría tirada en el piso e iría a por mi hermano para descuartizarlo y echárselo a sus bestias

Un Gangster Enamorado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora