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Después de días agotadores, estábamos descansando.

Él estaba sentado en la cama y yo recargada en él.

-Se mueve- susurré.

Doug puso su mano en mi vientre y percibió como nuestro bebé se movía.

Sonrió de inmediato.

-Veo que alguien está ansioso- reí un poco.

-Igual que nosotros.

-Sí... Pronto.

Nos quedamos acostados un rato, hasta que Doug propuso algo.

-¿Quieres ver cómo va el cuarto?

-¡Sí!- grité emocionada.

Me senté al borde de la cama y me paré como pude.

-Ven- dijo tendiéndome ambas manos.
Las tomé y caminamos hasta la habitación contigua.

La puerta estaba cerrada, dejando ver un colgante con globos azules que formaban el nombre de nuestro bebé.

-Cierra los ojos- murmuró cerca de mi oído.

Obedecí y escuché como abría la puerta.

Tomó mi mano y caminamos unos pasos.

-¿Ya?

-Ábrelos.

Al hacerlo, quedé asombrada.

-Es... Hermoso.

Sin importar hacia dónde mirara, la vista seguía siendo preciosa.

Sabía que aún le faltaban detalles, pero eso no le quitaba lo asombrosa que se veía.
Apenas estaba su cuna, la cajonera para su ropa, una mesita de noche con una lampara, una mecedora y un estante con algunos peluches y cuentos.
Ademas, estaba pintada en un hermoso tono azul que simulaba el mar.

-¿Tú los pintaste?- pregunté maravillada al observar que estaban pintados pequeños pecesitos de colores.

-Sí- dijo nervioso.- ¿Te gustan?

-¿¡Es broma!?- lo miré.- ¡Me encantan, Doug!

-Me alegra eso.

-Nunca me dijiste que sabías dibujar...

-Tomé clases un tiempo- recordó.- Pero solo sé hacer cosas sencillas- se encogió de hombros.- De hecho, hace poco encontré mi viejo cuaderno.

-¿Podrías mostrármelo?

-Claro.

*****

Mientras mi esposo preparaba algo para comer, yo miraba su cuaderno.

La mayoría de los dibujos estaban a lápiz.

Había bocetos, muchos intentos de la anatomía humana.
También había algunos objetos como jarrones, vasos y algunas frutas.
Uno que otro paisaje casi al final.
Pero el último dibujo me sorprendió.

-Ah, veo que llegaste a ese- dijo en mi oído.

-¡Doug!- grité del susto.

-Perdona- rió un poco.

Volví a mirar el dibujo.

-¿Soy yo?

-Sí- dijo algo apenado.

Sonreí ante el ligero sonrojo que adornaba sus mejillas.

Ámame sin temor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora