Ámame sin temor

Donovan Alexander

Algo andaba mal en el sistema, por lo que a pesar de ser domingo Gianne tuvo que ir a la agencia.

Así que Doug se quedó con el pequeño Alexander.

Todo iba bien, hasta que en un descuido, Doug perdió de vista a su hijo.

Miraba hacia todos lados y buscaba con desesperación.

-¡Alex!- lo llamó.- ¡¿Donde estás?!

No estaba en la cocina, en la sala, en su cuarto, en el baño...

Entonces corrió al cuarto donde dormía con Gianne.

Se relajó un poco cuando vio sus piecitos asomarse un poco bajo la cama.

-¿Alex?

Se agachó del otro lado y vio al pequeño con lagrimitas en su cara.

-Papi...

-¿Qué pasó?

-Me atoré.

Doug le sonrió un poco y con cuidado lo jaló, sacándolo de la cama.

-Ya está- lo cargó.-¿Como llegaste ahí?

-Mi pelota rodó hasta aquí y quise sacarla- respondió limpiándose las lágrimas.

-Ya, ya- le dio un beso en el cabello.- Está bien. No pasa nada, campeón.

Y bueno, está claro que Doug no le mencionó a Gianne que había perdido momentáneamente a su hijo y que se había quedado atorado bajo su cama.

Creo que el momento más difícil para un padre es ver cómo su hijo crece y tiene que ir a la escuela.

O al menos Gianne considera eso.

El camino a la escuela fue algo doloroso.

-¿Tengo que ir?

-Sí, cielo- le respondió con una pequeña sonrisa.

Alex asintió.

Siguieron caminando hasta que llegaron al colorido edificio.

Entraron aún de la mano y vieron como ya había otros padres despidiéndose de sus hijos.

Gianne se agachó a la altura de su hijo y le tomó de las manos.

-Estarás bien, ¿si?- lo miró.- Tu padre y yo vendremos a recogerte más tarde.

-¿Lo prometes?- dijo con los ojos llorosos.

-Claro que sí- le besó la frente.- No llores, amorcito.

-Es que no quiero que me dejes- se lanzó a sus brazos.- Quiero ir a casa.

-Yo también quisiera eso- le acarició el cabello.- Pero debes ir a la escuela. Te divertirás y conocerás más chicos para jugar.