Barnard&Alain

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Barnard entró con paso lento al pequeño restaurante y con la mirada buscó al joven.

Cuando ambos pares de ojos se encontraron, una pequeña sonrisa iluminó la cara de Alain.

-Lamento llegar tarde.

-No importa.

Se sentó y colocó su chamarra sobre el respaldo de la silla.

-¿Ya ordenaste?

-No, quise esperarte- dijo después de bajar la mirada hacia su plato.

Y justo en el momento en que Barry iba a decir algo, el mesero llegó para anotar su orden.
Ambos pidieron la lasagna de la casa junto con la bebida del día.

-Te noto nervioso- pronunció por fin.- ¿Pasa algo?

-Eh, no- mintió.- Yo... Estoy bien.

-Y nervioso- afirmó.

-Un poco- murmuró.

-¿Te pongo nervioso?

-Tal vez- dijo sin mirarlo.

-¿Por qué?- frunció el ceño.

-Tú... Yo...

Para su suerte o desgracia el mesero llevó sus bebidas y algunos extras.

-Continúa- pidió el mayor mirándolo.

-Ah, yo...- soltó un suspiro.- Tú me gustas.

Barry parpadeó sorprendido.

-Alain...

-Lo siento- lo miró.

-¿Por qué te disculpas?

-Creo que no fue correcto- se rascó la nuca.

-Hey, espera- puso su mano sobre la del menor.- ¿Qué ves en mí?

-Fuerza- respondió seguro.- Sé que has pasado por muchas cosas, sin embargo te levantas todos los días y das lo mejor de ti- prosiguió.- Y creo que debieron darte algo también porque soportaste tanto y...

Alzó la mirada y se encontró con Barnard sonriéndole con calidez.

-Eres muy dulce- comentó.- También me pareces lindo.

Alain enrojeció por completo sin saber que responder.

Todo había marchado mejor de lo pensado.

El ahora unigénito de los Damianne se encontraba frente a la puerta de la casa, dudando en tocar

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El ahora unigénito de los Damianne se encontraba frente a la puerta de la casa, dudando en tocar.

Respiró hondo y apretó el timbre.

Después de unos segundos, Johane abrió la puerta y sonrió al verlo.

-¡Oh, mi Barry!- le besó ambas mejillas.- Pasa, hijo. Siempre será tu casa.

Ámame sin temor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora