Habían pasado 4 días desde el encuentro con Gael, el chico de ojos como los suyos, y por mucho que lo intentaba no conseguía sacárselo de la cabeza. Lo único que sabía de él era su nombre, con el cual había intentado encontrarlo en internet, sin éxito.
—¡Evie! —la llamó una chica exageradamente despampanante a pocos centímetros de ella.
—Ah, Merian, eres tú. Lo siento, no te había visto llegar. Estaba pensando...
—¿Otra vez con el misterioso Gael? No has hablado de otra cosa desde el día que lo conociste. Empiezo a pensar que te has obsesionado con él. No estarás enamorada, ¿no? —preguntó coqueta Merian.
—No seas tonta Mer, no lo conozco de nada. Podría ser un yonki o algo así. Además, aunque ciertamente era guapo, fue bastante borde conmigo. Es un idiota, seguro.
—Sí, sí, un idiota. Pero sigues pensando en él —contestó Merian entre risitas.
—¡Pero porque no sabía que alguien más tuviera mi mismo problema en los ojos! Me pregunto si él sabrá qué es lo que tenemos... —fue bajando el tono de voz hasta volver a quedarse callada, pensando en cómo podría encontrarlo.
—Bueno, lo que tú digas. Pero te pasas el día pensando en él tooooodo el rato y al final voy a tener que cambiar de amiga. No me haces ni caso —dijo Merian haciendo un mohín.
—Vale, vale, perdona. Tienes razón. Tengo que olvidarlo. Vámonos a tomar algo —le dijo mientras la agarraba del brazo.
Merian siempre había sido la mejor amiga de Evie. El día que se conocieron, con tan sólo 4 años, fue la primera y única persona que pensó que los ojos de Evie eran «guays». Poder estar con alguien que no la mirase como si fuese algo que debería estar expuesto en un museo de rarezas la hacía sentir cómoda, normal. Así que desde el principio fueron inseparables. No había persona en la que Evie confiase más.
Sin embargo se sentía culpable por no haberle confesado la parte del contacto con él. No estaba segura de qué había pasado, y le daba vergüenza admitirlo. Estaba convencida de que su amiga le diría que eso eran las hormonas, que se le habían vuelto locas después de tanto tiempo sin emociones de ese tipo. Y a lo mejor tenía razón...
—Oye, ¿por qué no pruebas a volver al parque en vez de buscarlo por internet? Quizás decida volver —dijo Merian.
—¡Cierto! No se me había ocurrido. Eres un genio, Mer. Gracias —dijo Evie mientras abrazaba a su amiga, que sonreía complacida.
Esa misma noche Evie intentaba dormir sin resultado, lo cual le pareció la oportunidad perfecta para ir a ver si coincidían de nuevo. Sabía que las posibilidades eran remotas; de hecho algo le decía que por la noche era más fácil encontrarse con cualquier lunático –por decirlo suave– que a él. Pero no tenía nada que perder, así que decidió levantarse y vestirse.
Salió de puntillas de su cuarto, cogió una fina chaqueta y se fue derecha hacia el parque del Fénix.Evie suspiró al ver que no había nadie, aunque ya de primeras sabía que habría sido casi imposible encontrarse con él a esas horas. Ya que había ido hasta allí, decidió quedarse un rato. Al menos la noche estaba agradable y el cielo despejado.
—¡¡CORRE!! —gritó de pronto alguien desde los árboles.
Pero Evie no consiguió reaccionar a tiempo. Antes de darse cuenta tenía encima un... ¿Qué era eso? En un primer momento pensó que era un perro de color negro, pero entonces vio que tenía tres ojos. Sus ojos blancos eran raros, pero un tercer ojo era ya otro asunto. Trató de zafarse del extraño animal pero no podía con él; la estaba sujetando fuertemente contra el suelo mientras la observaba con sus horrendos tres ojos de un color entre marrón y verde oscuro. Evie no entendía qué estaba pasando, pero no tuvo tiempo de averiguarlo. La persona que suponía que le había gritado que corriese se abalanzó contra el animal, clavándole un puñal en el ojo.
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Los ojos del Sol (libro 1)
Teen FictionEvie sabe que tiene que ignorar los insultos que provocan sus extraños ojos blancos. Sabe en quién confiar y quienes la quieren de verdad. Cree saber cómo llevar su vida, pero, tras años luchando consigo misma intentando convencerse de que no es dis...