XXVI. Fuego y luz

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Pablo repitió la pregunta, pero el Vigilante no movió ni un solo músculo. No parecía tener intención de responder.

El chico perdió los nervios y avanzó hasta él, cogiéndolo del cuello y obligándole a mirarlo; Evie vio que en sus ojos había culpa. El Guardián también lo vio, y sin esperar a saber nada más le soltó un puñetazo en el estómago, dejándolo caer al suelo donde se encogió sobre sí mismo. Pero se mantuvo en silencio.

—Lairon, ¿qué está pasando? ¿Qué tienes que ver con todo esto? —pidió Lía al borde del llanto. Habían sido amigos toda la vida, era normal que se sintiera traicionada.

Tras escuchar a la chica reaccionó; levantó la cabeza y la miró con lágrimas en los ojos. Fue a hablar, pero justo antes de que lo hiciera Eról se puso frente a él, riendo.

Esta basura a la que consideráis amigo os vendió a todos hace algo más de un año. Mejor dicho, su padre os vendió y él lo permitió —dijo sonriendo y dejando ver sus cientos de afilados dientes—. ¿Verdad que sí, Vigilante?

Lairon se mantuvo con la cabeza gacha mientras las lágrimas finalmente se desbordaban y caían. Todavía así, sentado de cuclillas en el suelo, empezó a llorar desconsoladamente.

—¿El líder del Consejo? —preguntó Max con un hilo de voz. Parecía muy afectado.

Oh, sí. Realmente fue un placer hacer negocios con esa sabandija. Nosotros necesitábamos solares, y él quería de vuelta a su esposa, a quien pillamos desprevenida y trajimos aquí para extraerle hasta la última gota de energía. En su desesperada búsqueda, Áznaroz descubrió este lugar y nos propuso un jugoso trato; nos daría la localización exacta de un solar de sangre pura cada seis meses para que pudiéramos traerlo aquí a cambio de que dejáramos a su familia al margen. Maravilloso, ¿no os parece? Nosotros no necesitaríamos cazaros más; simplemente esperaríamos a que vuestro amable líder os entregara, uno a uno —explicó Eról.

Fue en ese momento cuando Evie comprendió cómo era posible que hubieran sabido dónde estaba Gael; como líder del consejo no habría tenido dificultad alguna en averiguarlo, así como nadie habría sospechado jamás de él. Era perfectamente repugnante.

—¡Eres un maldito bastardo! —gritó Lía de pronto—. ¡¿Sabías dónde estaba mi hermano desde el principio y aun así tuviste la cara de celebrar su tributo?! ¡¿Cómo has podido caer tan bajo?! ¡Pensaba que éramos amigos!

Lía hubiera continuado liberando su amargura de no haber sido porque uno de los demonios le tapó la boca con una garra y le advirtió con la mirada que debía callarse.

En fin —suspiró Eról—. Como iba diciendo, cuando creíamos que no podíamos tener algo mejor, va y el necio de Áznaroz nos avisa de que su hijo y un estúpido grupo de solares van a venir a buscar al Guardián que tenemos aquí. ¡Esto es mejor que un banquete de terrenales! —dijo rompiendo a reír y haciendo que sus dos compañeros rieran a pleno pulmón con él. Evie sintió arcadas al comprender que había sido una trampa desde el principio—. Ahora ya no necesitamos esperar para traer a nuestro padre a la vida; tenemos solares de sobra para traerlo hoy mismo. ¡Y con nada más y nada menos que una descendiente de los originales! Una pena que no sepa defenderse.

Evie no sabía quién o qué era «su padre» pero no podía ser nada bueno dado la reacción de sus amigos. Y, en cuanto al comentario que había hecho sobre ella, agradeció en su fuero interno que Áznaroz no hubiera mencionado que, aunque no supiera controlarlo, sí que sabía defenderse. Más o menos.

Al ver que no tenían salida, Lía cayó al suelo de rodillas y empezó a llorar. Neil escondió la cabeza en el pecho de Mikael, y éste lo abrazó. Max e Iván tenían la mirada perdida en algún punto de la sala. Emma y David se habían dado la mano y temblaban, nerviosos. Alexander había cerrado los ojos y parecía resignado.

Los ojos del Sol (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora