Tras la incómoda confesión de Gael, que hizo que enmudecieran, Lía intentó distraer la atención de todos diciendo que necesitaba un café, por lo que finalmente pasaron del tema y pudieron tener una tarde agradable, aunque Evie se percató de que Gael estaba distraído. Tampoco es que lo conociera mucho, pero se veía que el chico habría preferido que no se supiera la verdad.
«Tampoco tiene que significar nada. Simplemente estaba haciendo su trabajo; no quería que nadie saliera herido.»
Evie intentaba convencerse a sí misma de que no había sido nada, pero una vocecilla en su cabeza le decía que sí que lo era. Y sus últimamente alteradas hormonas estaban felices por ello. Tenía ganas de volver a casa y contarle a Merian todo.
Merian.
—¡Mierda! —soltó Evie sin venir a cuento, haciendo que todos pegaran un bote— ¿Qué voy a hacer con mi mejor amiga? ¿Puedo contarle la existencia de este lugar?
Todos se quedaron callados, mirándose entre ellos.
—Evie... Me sabe malo decirte que no, pero nadie ajeno a nuestra raza debería saber de nuestra existencia. Aunque te parezca mentira, es mejor así. En el pasado no salió demasiado bien — dijo Lía con pena.
—Pero no tiene que venir siquiera aquí, o saber dónde estáis. Solo quiero contarle el porqué de mis ojos y los de Gael... —se dio cuenta entonces del error que había cometido al abrir la boca.
—¿Qué le has contado sobre mí? —quiso saber Gael, enfadado.
—¡Nada! Lo juro. Solamente le dije que estabas herido, que pensé que te habrías metido en alguna pelea y que tienes los ojos como yo —dijo Evie con la cabeza gacha evitando la mirada del chico—. Sigue pensando que es una mutación genética, no sabe nada más. Tampoco mencioné que desaparecieron tus heridas.
Gael suspiró aliviado, pero Lía no parecía conforme. Le hizo un gesto con las manos dándole a entender que después querría hablar con ella, a solas.
Evie asintió.
Una vez terminado el café, les hizo saber que tendría que irse pronto. Neil se ofreció a acompañarla, pero lo rechazó educadamente con la excusa de que quería estar sola para pensar, aunque miró a Lía significativamente.
Después de haberse despedido, Evie comenzó a caminar en la dirección que le habían indicado, pero no pasó demasiado tiempo hasta que Lía apareció buscándola.
—Evie, sé que nos acabamos de conocer, pero tenemos que hablar sobre un... asuntillo —dijo Lía desviando la mirada.
—Está bien, dispara —accedió Evie.
—Verás... Gael es una persona bastante reservada, como ya habrás visto. A veces también es un gruñón... Pero lo que quiero decir es que nunca había visto a mi hermano interesarse por nadie más. Y que haya confesado que llevaba observándote tanto tiempo, aun pensando que eras una terrenal... Bueno, no me lo esperaba. No sé exactamente cuáles son los sentimientos que tiene hacia ti, pero si quiso protegerte de ese demonio tiene que significar algo.
Evie asintió notando como se ruborizaba. Ya lo sospechaba, pero que se lo confirmase su hermana la había puesto algo nerviosa.
—Está bien, pero, ¿a dónde quieres llegar diciéndome esto?
—Iré al grano: su raza lo es todo para él. No conozco a nadie que venere más todo lo que nosotros protegemos. Si llegaseis a tener algo serio, tendrías que venirte a vivir aquí en un futuro—sentenció Lía—. Sé que es adelantarme muchísimo a las circunstancias, pero tienes que saberlo, por si acaso. Gael no sería capaz de salir de la Ciudad de Arena, da igual el motivo. Pero, aunque cambiara de idea, una pareja de ojos blancos viviendo entre terrenales llamaría mucho la atención. Y eso no puede suceder. Nunca.
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Los ojos del Sol (libro 1)
Teen FictionEvie sabe que tiene que ignorar los insultos que provocan sus extraños ojos blancos. Sabe en quién confiar y quienes la quieren de verdad. Cree saber cómo llevar su vida, pero, tras años luchando consigo misma intentando convencerse de que no es dis...