XVI. Tributo a los caídos

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Lía

Habían pasado dos semanas desde que Gael hubiera desaparecido. Encontraron su transmisor en la misma zona donde habían saltado los radares, pero ni rastro del chico.

Pero lo peor de todo era la incertidumbre.

Por lo general, los seres del Bosque Sombrío solían despedazar a sus víctimas haciendo que la escena del crimen pareciese una película de terror. Pero, en este caso, no había nada. Ni una sola gota de sangre por ningún lado. Tan solo habían tardado un par de minutos en llegar al lugar cuando dieron la alarma, pero para entonces los seres oscuros ya habían desaparecido sin dejar rastro.

Nadie sabía qué había pasado. Ni si Gael seguiría vivo... O si habría muerto.

Habían organizado varias partidas de búsqueda al Bosque Sombrío; lo habían peinado de arriba abajo, e incluso casi habían perdido a varios Guardianes en el intento de encontrar a Gael. Pero nada.

Por ello, a pesar de no tener un cuerpo que enterrar... Habían decidido que celebrarían el tributo a los caídos en honor a Gael.

En otras palabras; lo habían dado por muerto.

En otras palabras; lo habían dado por muerto

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Lía miraba nerviosa a su alrededor. Las profundas ojeras delataban lo mal que se encontraba y lo poco que había dormido.

Desde que Gael había desaparecido, Evie parecía haber empezado a vivir con el piloto automático. Comía, iba a sus entrenamientos y dormía, pero no sonreía. No hablaba. Parecía ida.

El mismo día que habían dado la noticia a Evie, Lía y Neil habían decidido ir a por ella para que les ayudara a buscarle, pero al llegar a su casa se toparon con algo que no esperaban. Los padres de la chica les abrieron la puerta sin preguntar nada tras verles los ojos. De hecho, parecían aliviados por su presencia. Les explicaron que cuando volvieron de su viaje se encontraron a Evie en una especie de ataque de nervios... Y con media casa destrozada y quemada.

Aunque sabían que ningún terrenal debía saber la verdad sobre los solares, decidieron que sus padres serían la excepción. Por ello –y ya que su hija estaba completamente ida– les contaron la verdad sobre Evie y sobre ellos.

Pero ninguno había llegado a entender qué diablos había ocurrido para que pareciera que hubiera habido un incendio dentro de la casa.

Intentaron preguntar a Evie, pero no consiguieron sacarle nada más que un vago «no lo sé».

Y, desde entonces, no había vuelto a hablar más de lo justamente necesario.

Por eso mismo Lía estaba nerviosa; Evie había asegurado que iría al tributo que harían a Gael al atardecer. Pero no estaba muy segura de que la chica fuese a aparecer. Quedaban solo unos minutos...

—Ya estoy —dijo de pronto Evie a su espalda, sorprendiéndola.

Lía la miró preocupada. Ella también sentía un profundo dolor por la pérdida de su hermano, pero a los solares los habían criado con la idea de que la vida era algo fugaz y pasajero, y aún más para aquellos que se enfrentaban cara a cara con el mal a diario.

Los ojos del Sol (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora