—¡Mamá! Me voy ya. No llegaré tarde —dijo Evie saliendo de casa apresuradamente.
Había quedado de nuevo con Neil para comer, pero se había dormido por lo que tenía que ser más rápida que el viento para no llegar tarde. Tenía muchas ganas de ver al chico –además de nervios– y no quería hacerle esperar en su ¿segunda cita? Realmente no sabía lo que era.
Nada más atravesar las barreras de la Ciudad de Arena se topó con él; la estaba esperando sentado en el suelo. Parecía verdaderamente entretenido haciendo dibujos en la arena con un palo, lo que hizo que Evie riera.
—Ah, Evie. No te había oído llegar—se disculpó el chico con una tímida sonrisa.
—No te preocupes. Ya he visto que estabas concentrado —volvió a reír.
Neil se sonrojó levemente pero no añadió nada. Evie aceptó el brazo que le ofrecía el chico y empezaron a caminar hacia el centro de la ciudad.
—He pensado que querrías ver en directo el trabajo de los Sanadores, así que me he tomado la molestia de pedirle a Mikael que nos permita estar con él en su entrenamiento y comer después los tres. Espero que no te importe.
—No, no, claro que no me importa. Te lo agradezco de veras —dijo ella sonriendo, aunque una punzada le atravesó el pecho. Confiaba en pasar el día nuevamente solos.
Neil la guio hacia lo que parecía una casa no muy grande y similar al resto, cuya entrada estaba decorada con cintas de tonos ocres y dorados atadas a palos que le llegaban a Evie a la cintura. No sabía si era mera decoración o significaban algo, pero le pareció bonito.
Antes de llegar a la puerta principal, ésta se abrió apareciendo tras ella un jadeante Mikael cubierto de sudor.
—Estaba entrenando cuando os he sentido llegar. Pasad —dijo éste.
Una vez dentro Evie soltó el brazo de Neil, maravillada. El interior de la casa consistía en una única habitación, toda ella de color blanco, a excepción de un enorme techo de cristal. El conjunto, gracias a la luz que entraba, hacía que pareciera un lugar sumamente puro y sagrado.
—Esta es una Casa de Sanación. Aquí nos entrenamos, meditamos y curamos a la gente —dijo Mikael, rompiendo el silencio que reinaba en la sala—. Normalmente solo tienen permitida la entrada los Sanadores o aquellos que requieren de su asistencia, pero por Neil he hecho una excepción. Ya me ha comentado que estás interesada en ser una Sanadora.
—Yo... Sí. Cuando Neil me explicó vuestra función sentí que podría ser feliz siendo una. Antes de saber de vuestra existencia no sabía muy bien qué hacer con mi vida, la verdad —dijo bajito Evie. No quería alzar la voz en aquel sitio.
—Entiendo —hizo una pausa—. Ven, colócate frente a mí. Vamos a ver si eres capaz de detectar la energía. Normalmente cuesta un par de días, pero dado que tus ojos son pura luz puede que nos sorprendas.
Era la primera vez que escuchaba lo de «pura luz» pero entendió que se refería a que sus ojos eran blancos por completo. Le pareció un nombre precioso.
Se colocó delante de Mikael sin saber muy bien qué hacer.
—Realmente no sabes nada, ¿eh? —Dijo éste sin mucho interés—. Cierra los ojos e inspira profundamente. Intenta sentir nuestras presencias en la sala. Extiende las manos hacia adelante colocando las palmas en vertical; así te será más fácil.
Evie hizo caso, pero no entendía qué tendría que pasar.
—¿Qué debería sentir? —preguntó nerviosa.
—¿Alguna vez has nadado en una piscina o mar y has notado de repente una corriente de agua más cálida que el resto? Pues es similar. Puesto que sabes dónde estamos, mueve las manos hacia nosotros e intenta buscar esa corriente.
Ésta vez sí que notó algo al apuntar hacia Mikael, pero no era calor. Era una especie de presión en las manos, como si estuviese a punto de tocar algo. Sonrió complacida y probó a buscar a Neil, pero tras apuntar hacia donde creía que se encontraba no notó nada. Dio varias vueltas en vano hasta que notó algo a su espalda, pero no tuvo tiempo de girarse.
—Te pillé —dijo Neil abrazándola por detrás.
Evie soltó una exclamación ahogada. Al haber estado usando su poder para encontrarlo, había sentido su abrazo mil veces más. La oleada de energía que le recorrió el cuerpo fue demasiado para ella y dos lágrimas rodaron por su rostro. Era lo más intenso que había experimentado en toda su vida.
—¡Evie! ¿Estás bien? Lo siento, yo no quería... —empezó a disculparse Neil.
—No le has hecho nada, Neil —interrumpió Mikael—. Evie estaba canalizando todo a su alrededor y al tocarla has hecho que sintiera toda tu energía de golpe. Para nosotros es algo normal, pero para ella es la primera vez.
—Es abrumador —dijo Evie en apenas un susurro.
Neil fue a apartarse de ella, pero ella agarró sus manos y las mantuvo en su vientre, disfrutando de cada gota de energía que le transmitía. Pegó su espalda al cuerpo del chico y recostó la cabeza en su pecho. Notaba que tiraba de ella, pero no le importó. Quería más...
—Evie, suéltale. Si sigues así vas a dejar a Neil inconsciente. Estás robando su energía —dijo Mikael con un tono que rozaba el enfado. Pero ella no se inmutó—. ¡¡EVIE!! —gritó.
Lo soltó de golpe, apartándose un par de pasos de él. Entonces abrió mucho los ojos, entendiendo que algo iba mal; Neil estaba totalmente pálido.
—¡Ser Sanador no es coser y cantar! Tienes que entrenarte física y mentalmente para resistir la tentación. Si te dejas llevar, podrías acabar matando a alguien sin ser siquiera consciente de ello. El efecto de la energía se asemeja al de las drogas de los terrenales; cuanto más obtienes, más quieres. Si no eres fuerte conseguirás consumir todo a tu alrededor —dijo Mikael mientras se acercaba a un exhausto Neil.
El Sanador cogió la cara del chico entre sus manos y se acercó más a él, casi rozando sus labios con los suyos. El tono pálido de Neil fue siendo sustituido por un leve ardor en sus mejillas. Mikael sonrió, complacido.
Evie sintió una punzada de celos ante la escena que contemplaba, pero la culpa que sentía la dejó clavada en el sitio. Al fin y al cabo, ella era la causante de todo.
Mikael fue consciente de ello, y tras mirar de reojo a Evie, susurró algo al oído de éste mientras depositaba un leve beso bajo su lóbulo, haciendo que Neil se tensara de pies a cabeza. Mikael volvió a colocarse frente a él, cuando sucedió algo inesperado.
Neil pareció perderse en lo que estaba sintiendo y se adelantó para besarle, pero Mikael lo sostuvo a apenas un par de milímetros de sus labios, mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente.
Entonces se separó levemente de Neil, con gesto triunfal, y miró a Evie significativamente.
«No.»
Evie echó a correr hacia el exterior, sintiendo que le faltaba el aire.
Ahora entendía por qué la odiaba; la veía como un obstáculo. Una rival.
Mikael estaba enamorado de Neil.
ESTÁS LEYENDO
Los ojos del Sol (libro 1)
Teen FictionEvie sabe que tiene que ignorar los insultos que provocan sus extraños ojos blancos. Sabe en quién confiar y quienes la quieren de verdad. Cree saber cómo llevar su vida, pero, tras años luchando consigo misma intentando convencerse de que no es dis...