VIII. ¿Primera cita?

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—Sé que me he dejado llevar —dijo Evie intentando no enfadarse—, pero no por ello creas que te he perdonado. No puedes tratarme así y encima después besarme. Cuando decidas de qué humor vas a estar conmigo, ya sabes cómo localizarme.

Una vez dicho eso se marchó, sin esperar respuesta de Gael. Sabía que lo había dejado patidifuso, pero había hecho lo correcto. Si se creía que con besarla solucionaba todo, la tenía buena.

Decidió que pasaría el resto de la tarde viendo la tele. No necesitaba más dramas por un día.

Pasaron dos días, los cuales había usado para estar con su amiga y de paso llevar a cabo la idea que había tenido, diciéndole que después de haberse ido ella habían discutido y no quería saber nada de él

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Pasaron dos días, los cuales había usado para estar con su amiga y de paso llevar a cabo la idea que había tenido, diciéndole que después de haberse ido ella habían discutido y no quería saber nada de él. Además, al final había resultado no ser muy distante de la realidad.

—Es una pena lo de Gael —comentó Merian distraída—. Se merecía que lo mandaras a freír espárragos, pero aun así me da pena. Hacíais buena pareja. Cuando os vi besaros estabais totalmente centrados el uno el otro; hasta a mí me subió la temperatura de veros.

—Lo uno no quita lo otro —dijo Evie molesta y avergonzada—. Se portó mal conmigo, y no pensaba dejar que se fuera de rositas.

—Lo sé, tranquila. Sabes que te apoyo —le dijo sonriendo.

Quería a Mer más a que nadie. Se odiaba a sí misma por no poder contarle todo.

—Evie, mira esto; ¡te quedaría de muerte!

Le mostró un vestido de manga corta ceñido hasta la cintura y holgado desde ésta de un tono violeta oscuro, con un escote en V. Con lo alta que era le quedaría bastante corto, pero sin parecer provocativo. El resultado; ni demasiado elegante ni demasiado informal. Era perfecto.

—Imagina la cara de Gael si te viera con esto puesto. Si no se ha dado cuenta aún del pedazo bombón que ha dejado escapar por idiota, con este vestido harías que quisiera golpearse a sí mismo.

—¿Sabes qué? Tienes razón. Me lo pondré, y me aseguraré de que me vea.

Una vez en casa, contempló el vestido. Estaba decidida a ir a la Ciudad de Arena con él puesto.

Dicho y hecho, al día siguiente quedó con Neil para tomar algo. Ninguno mencionó nada sobre los hermanos, pero tampoco le importó. De cualquier forma quería volver a verle, y si encima aparecía Gael, mejor. Dos pájaros de un tiro.

Una vez en la Ciudad de Arena, Evie esperaba nerviosa a Neil. No solía llevar muchos vestidos, y no estaba muy segura de sí sería demasiado o no. Pero no tardó mucho en salir de dudas.

—Estás... Eh...—balbuceó Neil al verla—. Perdón. Estás preciosa —consiguió decir finalmente. Había enrojecido de pies a cabeza.

—Gracias —dijo Evie, orgullosa.

Los ojos del Sol (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora