XXXII. Gato asustado

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—¿A qué te refieres, Evie? —preguntó Neil.

—¡Pues a que ya sé cómo solucionar esto! —dijo exasperándose—. He estado leyendo el libro de mi familia y relataba cómo en su boda hicieron la Prueba delante de todos, y entonces he caído; los solares podemos saber lo que siente la otra persona hacia nosotros. ¡Vosotros mismos estáis juntos gracias a eso!

Los chicos se miraron con gesto de sorpresa y finalmente sonrieron. ¿Cómo no habían podido caer en ello antes? Evie no podía creer lo fácil que lo habían tenido todo el tiempo y lo mucho que les había costado darse cuenta.

—Perfecto. No perdamos más tiempo; avisemos a Lía y busquemos a Gael.

—Aun así, Evie, puede que no sea suficiente. Quiero que tengas en cuenta que no sabemos bien qué está pasando en su cabeza; hasta ahora creemos que conforme pasan los días lo que sea que le hayan hecho sigue afectándole. Poco a poco más y más recuerdos van cambiando para él. Puede que no le quede más remedio que creer que le quieres, pero cabe la posibilidad de que sus recuerdos anteriores sigan retorciéndose y el presente no sea suficiente para él. O puede que los nuevos recuerdos también se vean afectados y en unos días todo esto no haya servido de nada —dijo Mikael. Estaba claro que era el más sensato y previsor de todos; siempre iba un paso por delante, advirtiendo. Pero por eso mismo a veces resultaba un tanto negativo.

Evie asintió con gesto sombrío, pero esperaba con toda su alma que funcionase.

—¿Y Gael? —preguntó ansiosa Evie al ver que Lía llegaba sola

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—¿Y Gael? —preguntó ansiosa Evie al ver que Lía llegaba sola.

—No he podido hacer que venga conmigo —parecía realmente cansada—. No sé qué es lo que cree que le hice, pero no solo ya no me habla si no que creo que ha pensado que quería tenderle una trampa. Ya no confía en mí —terminó en voz baja. Su mirada estaba cargada de tristeza.

Evie sintió una punzada de dolor; tenían que encontrarlo rápido.

—Vamos a buscarle. Está en casa, ¿verdad? —preguntó Mikael.

Lía asintió y todos empezaron a caminar en silencio, conscientes de que había muchas posibilidades de que su plan no funcionase del todo.

Al llegar, oyeron gritos y después algo romperse, por lo que se apresuraron a entrar y corrieron hacia la habitación de Gael, donde se encontraron una escena poco agradable.

—¡Lárgate de aquí! —gritaba Gael a su padre, quien se había quedado donde la puerta sin atreverse a entrar. Evie se fijó en que a sus pies había lo que habría sido un jarrón hecho añicos.

—Gael, cálmate. Hijo, soy yo, tu padre. Nunca haría nada que te perjudicase —decía Lucian. A pesar de que sus palabras eran cariñosas, le hablaba en su habitual tono autoritario, lo cual no debía estar ayudando nada.

—¡Mentira! ¡Todos me intentáis mentir pero yo sé que no es así! Me has usado durante toda mi vida, nunca he tenido libertad para hacer nada. ¡Y ahora quieres deshacerte de mí! —gritaba Gael. Parecía fuera de sí.

Los ojos del Sol (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora