Capítulo 6

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1964

Los niños, con ahora catorce años, encontraron dos hobbies; la música y la lectura. En cada una de las tantas noches de insomnio, bajaban a la gran Biblioteca, con mucho sigilo, y se llevaban algún libro.

Lo leían hasta que sus ojos no podían más o hasta que el otro caía dormido o sino tenía muchas hojas, hasta terminarlo.

Y cuando no querían arriesgarse tanto o estaban cansados como para leer, sólo soltaban melodías y las unían. Sonaban tan perfectas sus voces. A pesar que no tenían ninguna canción escrita, cada noche de insomnio, se dedicaban a cantar o tararear algo nuevo.

A pesar de esa pesada vida, podían encontrar su hogar en el otro. Louis pensó en eso.

—Hazz, ¿te imaginas nuestras vidas fuera de aquí?

—Todo el tiempo.

—Sé que suena extraño, pero cuando cumplamos la mayoría de edad y podamos irnos de esta mierda de lugar... te extrañaré.

—Yo... de hecho, pensaba que seguiríamos juntos.

—Oh, claro, Harry. Yo creí que tal vez ibas a querer alejarte de todo lo que tenga que ver con esto, incluso conmigo.

—No quiero alejarme de ti, Louis, porque si tú no estarías aquí, yo no sé qué hubiera pasado conmigo. Esto sería mucho peor sin ti —la voz de Harry sonó quebrada, y Louis creyó que lloraría.

Después de todos estos años, Louis seguía sin ver llorar a Harry, incluso en los peores casos.

—¿A dónde te gustaría ir?

—A donde sea, cualquier lugar puede ser nuestro hogar.

Louis sonrió. Harry y él casi siempre pensaban lo mismo, quizás sus pensamientos se habían unido de tanto pasar tiempo juntos con las mismas cosas.

A pesar de los seis años juntos, Louis nunca había visto reír realmente a Harry, a veces se divertían, a veces sonreían y sí, a veces reían, pero ambos sabían que aquellas risas no eran las verdaderas. Y Louis imaginó lo lindo que sería hacer reír a Harry y pensó la suerte que habían tenido las personas que lo conocieron antes del internado; sus amigos, porque ellos lo habían visto feliz.

Pero ellos, ¿se acordarían de Harry?

Pensó que a lo mejor, él tenía más suerte, ya que conoció la peor parte y tendría por delante, mucho más tiempo junto a Harry, y cuando pudieran salir de toda esa mierda, entonces lo vería reír y lo vería ser feliz.

—Te quiero.

—Te quiero, Lou.

***

Mientras los jóvenes servían la merienda al resto de los presentes, la Directora carraspeó la garganta y todos la miraron, cada vez que ella hacía eso tenía algún veredicto. Casi siempre en contra de Louis y Harry.

—Nos hemos dado cuenta que hay ratones en la Biblioteca.

Louis miró de soslayo a Harry. Fingieron que esa noticia no les afectaba, como si no tuvieran algo que ocultar. Dos noches anteriores, Harry había sentido que alguien los miraba mientras buscaban un libro, se lo dijo a su amigo, pero él dijo que estaba todo bien y que no había nadie.

—¿Louis? ¿Harry? ¿Hay algo que quieran decir al respecto?

—No, Directora.

—No sabemos nada, Directora. 

—¿Y qué significa esto? —Farrel se levantó de la silla y se colocó justo en frente de los chicos, para mostrarles un libro de tapa naranja que se titulaba "El Afán de La Viuda" —No se esfuercen en mentir, estúpidos, los saqué de su sucia habitación.

Harry apretó la mano de Louis.

—¿No dirán nada?

—¿Qué pretende que digamos? —preguntó Louis, molesto, Harry apretó aún más fuerte su mano —Dijo que no nos esforcemos en mentir, ¿para qué lo haremos? Lo sacó de nuestro cuarto, así que sí, lo hemos sacado nosotros. Lo hemos leído. ¿Qué nos hará por eso?

Louis sentía como la mano de Harry había comenzado a sudar. La Directora sonrió con ternura, pero un segunda más tarde, estampó su mano en la mejilla de Louis, dejando sus dedos marcados. Harry cerró los ojos hasta que por fin, sintió como también su mejilla comenzaba a enrojecer por la bofetada.

—Terminen de servir la merienda —la Directora volvió a sentarse en su lugar —. Ya hablaremos de esto.

Cuando la Directora terminó de comer, Louis y Harry fueron encerrados en la pequeña heladera. Hacia muchos años que no entraban allí, la última vez, sus cuerpos eran pequeños y cabían sentados. Ahora cabían solamente encorvados.

—¿Cuánto crees que estaremos aquí?

—Lo siento, Harry, esto es culpa mía —Louis se acercó a Harry y lo abrazó, intentando abrigarlo —. Debí quedarme callado pero sabes que me cuesta cuando es injusto. ¿Qué tiene de malo que sólo leamos?

—Teníamos que haber pedido permiso. Somos unos idiotas.

—De todas formas, estar aquí y en nuestro cuarto no hay mucha diferencia.

—Es cierto. Creo que aquí es mejor, ¿sabes? No debemos hacer nada. Y no pasaremos hambre porque he traído despensas.

—¿En serio? ¿Cómo?

—Cuando la vieja de mierda dijo que hablaríamos luego, lo sospeché. Nos traería aquí. Así que he bajado y metido latas de comida, ¿no soy genial? —dijo el rizado levantando una remera vieja del suelo y dejandole ver las latas de conserva.

Louis sonrió y lo abrazó nuevamente, aferrándolo a su pecho.

—Eres el mejor.

Los chicos pasaron tres noches allí dentro. Creyeron que morirían de hipotermia ya que hacía mucho más frío que en el cuarto de arriba. Tenían sus pies tan fríos que cuando la Directora les abrió la puerta, les dolía caminar. Y antes de meterlos en el cuarto, Farrel les volvió a dar una bofetada a cada uno, provocándoles un ardor mucho más grande que lo usual por la sequedad del rostro.

—Louis... ya no aguanto —Louis lo miró dándole espacio para que se explique —. Quiero irme de aquí, ahora ya somos más grandes, ¿crees que podríamos escaparnos?

—¿Quieres escaparte? —Louis sintió una oleada de adrenalina; él nunca intentó marcharse por Harry pero hace mucho tiempo que quería por lo menos, intentarlo.

—Si nos quedamos seguiremos sufriendo, hemos estado metidos ahí dentro pasando un frío terrible, seguro más frío del que hace en la calle. Si nos escapamos y sale mal, ¿qué nos pasará? ¿Nos golpeará y nos volverá a meter más tiempo en esa heladera? Pero...

—¿Y si sale bien? —preguntó el mayor, completando la frase de Harry.

—¿Hay algo que tengamos para perder, Lou? Nada, ya estamos perdidos.

La noche de ese día se dedicaron a planear el escape perfecto; tenían muchas ideas y muchas cosas que organizar y juntar. Juntos eran el equipo perfecto. 

Gélidos || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora