24 de diciembre, 1967.
Lo primero que Louis vio cuando abrió los ojos, fue los rostros de sus amigos Mathew y Carlos.
—¡Feliz cumpleaños, Lou! —gritó Mathew.
—¡Feliz legalidad!
Louis saltó de su cama rápidamente y los abrazó.
—Gracias, chicos.
—Te preparamos pastel.
—Es genial, gracias —dijo Louis sin prestar del todo atención mientras comenzaba a cambiarse el pijama por ropa de calle. Los chicos notaron que su amigo estaba muy acelerado.
—¿Ya piensas marcharte? —preguntó Carlos.
—He estado esperando este momento desde que llegué, ¿cuánto más tiempo quieren que espere? —dijo riendo. Los ojos de Louis brillaban.
—Espera, quédate un rato con nosotros. Te extrañaremos, Lou.
—No me iré del país, todavía no. Podré venir a visitarlos. Ustedes también se irán pronto.
—Lo sé —dijo Mathew —, pero ¿la Directora te dejará venir?
—¿Por qué no? Seré alguien más de visita —dijo mientras tomaba las zapatillas que hace un tiempo atrás, habían sido de Liam.
—¿A dónde irás? —preguntó Carlos.
—No lo sé —se puso una campera fina y se colocó la mochila —, lo primero que quiero es conseguir trabajo... aunque sé que no será fácil.
—Puedo hablar con mi padre —ofreció Carlos —, él podrá ayudarte, Lou. Te puede dar un puesto de trabajo.
—¿Sí?
—¡Claro! Hoy mismo le escribo una carta mandándole tus datos y comentándole. Estará encantado, lo sé. Pero no tienes una dirección, no tienes nada para que él se comunique contigo. Así que puedes venir en la semana de visita y hablar con él.
—Pero quedan tres semanas, Carlos. No quiero perder tiempo.
—Bueno, fíjate si consigues algo, y sino, ven esa semana. Él te dará trabajo sí o sí.
Louis abrazó a sus amigos fuertemente. A Mathew se le escaparon un par de lagrimas, pero Louis estaba demasiado alegre como para llorar. ¡Por fin había llegado el momento deseado!
La Directora lo retuvo una hora para llenar papeles. Y vio en viejos datos, todo lo que su padre había pagado para el traslado. En ese tiempo, Louis había llegado a la conclusión que lo había hecho para no estar emparentado de vuelta con él, ya que Oliver lo había encontrado y de una forma eso los conducía al lugar que debería ser, porque al fin y al cabo, eran familia.
Cuando por fin pudo irse, tomó una gran bocanada de aire. Se sintió libre realmente, como aquella vez cuando cuando intentó escapar junto a Harry.
Harry.
Caminó hasta el correo, sabía donde quedaba porque cuando había tenido la posibilidad de salir a hacer las compras, había recorrido. En dos ocasiones, le escribió a Harry hasta que lo descubrieron y le prohibieron salir a la calle. Desde entonces, Louis no había respirado aire de verdad.
Entró al correo y se sentó en las sillas que estaban para la gente que debía hacer otros trámites. Sacó un papel y una lapicera y comenzó a escribir.
Hola, Harry, soy yo, Louis.
¡Es increíble! Ya soy mayor edad, ¡puedo volver! ¡Estoy afuera!
Pero como sabes, no es tan fácil. Así que voy a buscar trabajo y cuanto tenga el dinero, compraré el pasaje y volveré.
Estoy muy ansioso por verte, ¿tú? ¿aún sigues pensando en mí? Porque yo no he dejado de hacerlo, Harry, cada día que pasa te pienso más y más. Y me pregunto a cada momento qué estarías haciendo.
Te extraño muchísimo, no sabes cuánto.
Te quiero.
Espero verte pronto.
**
La carta nunca llegó a Harry, pues desde los dos incidentes donde Harry había sacado las cartas, Farrel se dedicó a hacerlo ella misma, para así evitar que llegara algo de Louis a sus manos.
En cuanto leyó esa carta, se rió a carcajada suelta.
—Ay, Louis, Louis, ¿realmente crees que Harry saldrá de aquí?
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Gélidos || Larry Stylinson
FanfictionLabios partidos, manos heladas, pies lastimados, pero todavía con la esperanza de tener una vida de verdad. Inspirada en la película "La princesita" de Alfonso Cuarón.