Capítulo 10

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   Ya habían pasado más de dos noches, los chicos comenzaron a perder la cuenta. Tenían mucho frío y sentían su cuerpo adormecido. No era la primera vez que se sentían así, pero se estaba haciendo insoportable. Estuvieron abrazados en el suelo, sin decir ninguna palabra, intentando sentir calor, pero era imposible. Y estar apretados comenzó a ser una molestia.

 Así que se distanciaron, estaban en silencio, con frío, con sed, incómodos. Harry estaba en una lucha consigo mismo sobre si mover su pierna o no, porque sabía que si lo haría le dolería, pero se le estaba durmiendo.

Y Louis lo miraba, intentado encontrar algún detalle que todavía no había visto. Todo era muy tedioso. Miró las manos de Harry, que apenas podía estirarlas, sus nudillos estaban blancos. Y miró sus manos, que estaban igual que las de su amigo.

Louis le miró la boca; tan pálidamente fría.

De repente una luz apareció en el techo y creyeron que iban a quedarse ciegos. Pero era la puerta que alguien estaba abriendo. Y el mismo señor de la comida estaba mirándolos.

—Salgan.

Louis y Harry miraban al señor pero no se movían. ¿Cómo iban a salir de aquel pozo?

—Les alcanzaré una soga, la toman y suben. ¿De acuerdo? —el hombre comenzó a bajar la soga tal cual dijo, pero los chicos no se movían ni respondían — Vamos, primero uno y luego otro.

Ninguno reaccionó.

—Sé que tienen frío pero apúrense, no tengo toda la tarde.

Al ver que ninguno de los chicos se movía, el señor tomó un palo y los tocó. No parecían reaccionar pero sabía que estaban vivos.

—Tendré que llamar a la Directora —murmuró. Minutos más tarde, la vieja señora apareció con su rostro amenazante.

—¿Otra vez con caprichos? ¿Ahora no quieren salir?

—No creo que sea un capricho, creo que realmente les cuesta moverse.

El hombre desapareció por un momento dejando a los chicos bajo la aterradora mirada de Farrel, y luego sintieron como un agua caliente les caía por sus cuerpos. Por un momento, sintieron un gran susto, pero luego un alivio recorrió cada parte de sus cuerpos.

—Quizás así puedan moverse, ¿no?

—Me da igual, encárgate y si no se mueven, que mueran ahí abajo. No me importa.

La Directora se marchó y el hombre se los quedó viendo;

—Sé que es una mierda este lugar —comentó en voz baja para que sólo lo escucharan ellos —, pero ¿de verdad van a estar ahí abajo hasta morir? 

Louis giró la cabeza lentamente y miró a Harry, quién no lo miró y estaba con los ojos cerrados, empapado por el agua que hacia minutos habían tirado.

—¿Hazz?

Harry no respondió, y Louis comenzó a preocuparse.

—Harry —dijo elevando la voz —, vamos —no reaccionó. Como pudo, Louis tomó fuerzas y se levantó del suelo para acercarse a Harry.

—¿Está muerto? —preguntó el hombre.

—No, imbécil. No puede estar muerto, antes de que vengas estaba vivo. Vamos, Harry, despierta, ¿estás bien?

Harry abrió los ojos lentamente y sonrió. Posiblemente estaba en una clase de shock.

—Nos vinieron a buscar, vamos —dijo Louis totalmente aliviado.

Louis lo ayudó a levantarse.

—Agárrate fuerte —dijo alcanzándole la soga que el hombre había dejado caer y que sostenía desde arriba. Harry la tomó pero no estaba seguro de poder aguantar, pese a que no era mucha distancia, se sentía muy débil y cansado.

El señor comenzó a subir la soga y Louis iba ayudando desde abajo, con miedo de que Harry se cayera y se lastimara. El rizado iba apoyando sus pies en la pared para no golpearse. Finalmente logró subirse y Louis sintió que su corazón volvía a su lugar, y era su turno.

El hombre volvió a bajar la soga y Louis subió. También le costó, pues se sentía como Harry.

—Vayan adentro y prepárense algo caliente, y luego bajan a dormir a sus cuartos.

—A la Directora no le gustará —murmuró Harry. El señor sacudió la cabeza.

—No me interesa. Ella no les dirá nada porque yo no se lo permitiré.

El señor los dejó dentro y se marchó a quién sabe dónde.

—Dicen que perro que ladra no muerde, ¿no? —dijo Harry con una pequeña sonrisa. Se prepararon un té y subieron al cuarto.

—Nunca pensé que lo diría pero... ¡qué acogedor! —dijo Louis cuando se acostaron. Harry rió.

—Después de todo no es tan malo nuestro cuarto.

Gélidos || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora