Capítulo 18

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       Los jóvenes del internado San Pablo, eran muy diferentes a los del Sagrado Corazón. Ellos se interesaron mucho en Louis y le llenaron de preguntas. Pero pronto, su nueva directora lo llevó a su cuarto.

El cuarto no era muy diferente al anterior, solamente faltaba Harry. Prefería estar solo, pero tenía un compañero de cuarto, él era un chico de piel oscura, y no le sorprendió saber que por ese motivo, lo tenían en esas condiciones.

—Me llamo Keita.

—Un gusto. Soy Louis.

  Aquella escena le recordó cuando fue arrastrado hasta el cuarto donde pasaría sus siguientes noches junto a Harry. 

   Al empezar a vaciar su bolso, sacó las frazadas de Harry y las llevó a su rostro. Respiró fuertemente, pero no consiguió sentir ningún aroma, pues Harry no usaba ningún perfume.

—¿Ya extrañas tu anterior casa?

—Extraño la persona que tuve que dejar.

Mientra guardaba su ropa, vio el beannie de Harry y dentro tenía un papel. Una carta. Incluso antes de abrir la carta, Louis ya había comenzado a llorar porque le partía el corazón pensar en Harry.

No quiero que te vayas, pero sé que no podemos hacer nada al respecto. Así que quiero que tengas mi beannie, porque tú siempre decías que me veía muy lindo con él. Espero que no te moleste, pero antes que comiences a guardar tu ropa, tomé tu suéter, ese de colores. Porque es muy tú. Y quiero tenerlo conmigo para dormir. Gracias por todo, Lou. Te extrañaré mucho, pero sé que volveremos a vernos. Quizás pasen muchos años pero siempre estarás en mi corazón.

Te quiero mucho, y seré siempre tuyo. Harry.

Keita observaba a Louis con curiosidad, mientras se llevaba la carta al pecho y seguía llorando.

—¿Un buen amigo?

—Mucho más que eso —contestó Louis, con la voz quebrada, y guardó la carta dentro del beannie y lo puso bajo su almohada.

—No te preocupes, cuando tengas tiempo libre, aquí también conseguirás amigos.

Nadie podría comparar a Harry. Mi Harry. 

—¿Dejan mandar cartas aquí?

—A mí no me dejan, no sé si a ti te lo permitirán, debes preguntarle a la Directora.

—¿Cuánto tardaría en llegar una carta hasta Inglaterra?

Keita se encogió de hombros.

—¿Una semana? ¿dos? —insistió Louis.

—Quizás.

—¿Tienes para escribir?

—No.

Louis sintió que Keita estaba enfadándose, así que guardó silencio.

Todo era casi igual para Louis; debía hacer los quehaceres, encargarse de todas las comidas, lavar, ordenar y otras cosas. Las mismas reglas y según lo que Keita le contó, los castigos eran casi iguales, estaba harto de llevar esa clase de vida, y peor aún que ya no podría compartir nada con Harry. Keita era divertido y hacía más livianas las tareas, pero no era Harry. Y allí, había mucha más gente que en el internado anterior, por ende, había más cosas que hacer.

A la noche, Keita seguía la misma rutina. Fregarse los pies con un trapo húmedo para calmar el dolor y la hinchazón por los viejos zapatos.

—Bueno, ya me iré a dormir. No te preocupes, Louis, pronto podrás marcharte.

—Sí, en dos años sin contar el tiempo que me llevará conseguir dinero para regresar a Inglaterra —dijo Louis desanimado —. Sólo espero que no se olvide de mí.

—No creo que se olvide de ti, Louis. ¿No han pasado muchos años juntos? Después de todo eso, yo pienso que él te estará esperando siempre.

—Gracias, Keita.

—Buenas noches.

Louis sintió un frío recorrer todo su pecho. Nunca había temido de la oscuridad, pero al estar acostumbrado a dormir junto a Harry, aquél miedo creció en él. Tenía los ojos exageradamente abiertos y sentía la forma en que su corazón chocaba contra su pecho, sonaba tan fuerte que creyó que Keita también lo escucharía.

Muchas cosas pasaron por su mente; su mamá, la persona que él más había querido, se había muerto. Ahora debía mantenerse alejado de la otra persona que él consideraba más especial e importante en su vida. Pero aunque estaba seguro de lo que sentía por Harry, se lo replanteó; ¿Hubiera sido lo mismo si pudiera haber conocido a otras personas? ¿si su mamá no se hubiera suicidado, él y Harry llegarían siquiera a hablar? Quizás lo que sentían no era más que un consuelo a la soledad.

Pero cerró sus ojos con fuerza y lo primero que le vino a la mente, fue la sonrisa de Harry y sus hermosos hoyuelos. Sin duda, lo que sentía era amor verdadero y puro. 

Buenas noches, Hazz. 

Cuando él apenas se comenzaba a dormir, Harry, en Inglaterra, ya debía levantarse para las rutinas. 

Gélidos || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora