🌹 Mi Pequeño Pies Ligeros 🌹

❇2: Una propuesta. ❇

*Narra Jimin*

Diez primaveras han pasado desde que no tengo un hogar decente.
Jina había tenido cinco cachorros, Apestoso había sido adoptado por un niño, Manchas fue atropeyado por un camión de la basura y Peque simplemente desapareció de una mañana para otra.

Sólo quedábamos Jina, Willy, Oki, Tixy, Yumi, Kipi (los hijos de Jina) y yo,  sobreviviendo en el basurero en una casa, si así se podría llamarle, hecha de latas, cartón y unas cuantas  latas, que, a pesar de que estaba situada en el peor lugar de toda la ciudad, siempre estaba impecable, ya que lavaba las cobijas siempre que podía y Jina cuidaba que sus cachorros hicieran sus necesidades fuera de casa.

Jina era como mi esposa, los cachorritos como mis hijos y yo el marido que debía de traer el pan a casa, el jefe de la manada. Siempre salía a eso de las diez de la mañana y regresaba a las siete, y como ya era mayor, sólo conseguía unas veinte monedas y nada de comida. En los inviernos pasados me dieron algo de ropa, la mitad me la quedé y la otra la repartí entre mi familia, pero ahora sólo me queda la sudadera de mi maestro Bae y un par de pantalones rotos junto con unas zapatillas sin marca desgastadas. El dinero que recibía lo dividía a la mitad, una era para la comida de nosotros siete y la otra para mi gran sueño.

Jina era una gran madre, y los demás eran muy obedientes, pronto fueron creciendo y fueron más independientes. Willy y Oki fueron adoptados por un hombre que recogía la basura, y Jina se deprimió, pero traté de mimarla mucho mientras superaba la pérdida de sus hijos.

Un día, ya cercano a navidad, fui a una plaza y vi las luces y adornos navideños que estaban en los postes de luz. En el centro de la plaza, había un enorme árbol de navidad, también adornado con luces y esferas de mi tamaño. Respiré profundo y me dirigí hacia la fuente de aquella plaza. Saqué una grabadora que me había dado uno de los hombres del basurero y le puse un disco de música clásica que encontré en una pila de basura unos meses antes.

Había practicado estas canciones todas las tardes para tener algo más qué ofrecer, pero al momento en que se iba a reproducir el disco, unos policías me vieron y me advirtieron que si me volvían a ver en esa plaza, me iban a golpear. Me asustaron tanto que olvidé mi grabadora en la fuente. Caminé un poco y cuando recordé que había olvidado la grabadora, regresé corriendo para ver si estaba, pero no era así, alguien se la había robado.

Caminé por dos horas mirando a la gente y pidiendo limosna pero nada funcionó, sólo obtuve burlas de chicos de mi edad y una cerveza. Tenía mucha sed, así que bebí un poco de la botella pero sabía horrible. No entiendo cómo les gusta a los adultos.

Sin tener nada qué hacer, iba a regresar a casa más temprano de lo normal, pero la música de alguien me atrajo.
Era un sonido diferente, agudo y a la vez grave, suave y a la vez tan romántico. Mis pies me guiaron hacia el lugar donde vi a un chico de piel un poco morena con un lunar en su mejilla izquierda, era alto y con un corte de honguito. Tocaba el saxofón, moviendo sus largos dedos por los botones del instrumento, soplando con delicadeza mientras cerraba los ojos. Mi vista comenzó a ver más borroso puesto que la melodía que tocaba me llenó de tristeza. Yo me movía de acuerdo a su melodía, eso atrajo a un montón de personas, quienes nos observaban detalladamente. El chico ya me había visto, e intentó sonreírme mientras tocaba.

Él acabó de tocar y yo me detuve. La gente aplaudió, y cuando miré al público, me di cuenta que había más de sesenta personas rodeándonos. A pesar de que fueran tantas personas, yo sólo sentía la mirada de una. Un joven de unos cinco años mayor que yo con cabello anaranjado y una nariz muy pequeña, era alto y de complexión delgada, poseía un gesto serio y atemorizante mientras aplaudía. Lo vi por unos minutos y luego el saxofonista me habló: