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"La humanidad se estaba acabando, y lo peor de todo... es que solo tú me la devolviste..."

El día había comenzado normal. Ahora, la palabra normal, se refería a un diario uso de un cubre bocas. Los días nublados ya eran algo común, y el día de hoy no fue la excepción.

Eran cerca de las 8 de la mañana y debido al agudo y estridente ruido de mi alarma me tuve que despertar; apague con molestia es fuerte ruido y me senté en mi cama, se me había hecho costumbre el mirar por la ventana cada mañana, esperando, tal vez, un pequeño milagro, que el sol pudiera volver a asomarse entre esas tristes y grades nubes. Tome mis pantuflas y camine perezosa al baño de mi habitación, era inicios de otoño, juraría que el agua estaba casi convirtiéndose en hielo, pero ni importaba, no iba a oler a muerto en la escuela -extrañaría en el futuro usar ese chiste- y si, la escuela, porque aunque estemos en riesgo de contraer ese misterioso virus, las actividades escolares y laborales no se habían cancelado. Todos digan hurra. ¡¡HURRA!!

Mi madre como de costumbre no estaba en casa, se la pasaba trabajando todo el día, y bueno, ser doctora tiene su dolor de espalda, pero, a pesar de saber que trabaja por que el desgraciado de mi padre la dejo, me duele un poco que no pasemos tiempo juntas, tiempo madre e hija. Tome el dinero que mi madre había dejado y me sorprendí al ver que era suficiente, sino que más, como para pagar la colegiatura.

Es raro — al menos para la gente — que prefiera dejar ese dinero, a vivir prácticamente sola en una casa que era más cálida con 2 personas en ella.

Song KaeYun es mi nombre, el nombre de una chica de tan solo 16 años que cursa segundo año de preparatoria. No soy la típica chica tímida que nadie quiere, pero tampoco soy la más popular, soy sociable pero no soy alguien conocida o desconocida para todos.

Soy lo normal, pero no lo que una típica película americana cataloga como "normal"; no no no, sólo soy una más entre un montón de borregos.
ESO, es normal.

Las calles cada vez se hacían más vacías, no sé si es porque la gente se va o pasa algo peor. Y la verdad, siento que eso ya no importa. Últimamente el miedo en mí se hace más presente en mis sentidos, en mis recuerdos y mi pecho; constantemente un hombre, un indigente, se la pasa gritando en el centro, que el final se acerca, y como se espera, todos lo pasan de largo, ya que es como uno de esos hombres de New York que gritan todos los días que será el fin el mundo, nadie le presta atención, irónico ¿no?

El autobús se detuvo en una de las avenidas principales, al parecer el tráfico era tremendo, juraba que el autobús se movía al menos un paso cada 5 minutos. Y bueno, ahora veía dónde estaba la gente que no estaba en las calles anteriormente.

—dios... —mira con urgencia su celular — se me hará tarde... —levanta la mirada viendo la fila enorme de automóviles — tal vez sea más rápido si corro —toma su mochila y se levanta de su asiento dirigiéndose hacia el chofer— ¿Podría abrir la puerta, por favor? Se me hará tarde . . .

El chofer, ya algo exasperado por el tráfico, pero sin perder su amable sonrisa (aunque gracias al cubre bocas se distinguía por los ojos), abrió la puerta.

— gracias — hace una venía y baja, caminando a paso rápido hacia las ultimas 2 calles que la separaban de la preparatoria.

De verdad estaba extrañada, el hecho de que la ciudad estaba casi desértica de un momento y a otro se encontraba con más de media ciudad en la calle principal. Tal vez el pánico se hizo mayor.

Llegue a la preparatoria y me extraño no ver al guardia en la puerta, unos chicos y chicas entraban o salían tranquilamente, unos conversando con su grupo de amigos, y otros llegaban solos. Por el momento todo normal, de alguna manera me tranquilice de no sé qué.

Shoot The Head [CANCELADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora