Capitulo 3

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Angelica, sus padres y Peggy se dirigían hacia la casa de los Hamilton. Angelica y Peggy compartían una carroza mientras que su padre y su madre compartían la segunda carroza.

Aún faltaba una hora de camino. El viaje parecía ser eterno para Peggy, continuaba mirando hacia la ventana apreciando la vista. Realmente no estaba acostumbrada a viajar.

Mientras tanto Angelica estaba ocupada escribiendo en su diario, su precioso diario que cuidaba más que a sus joyas más caras.

Había sido un regalo de natividad, realmente no había sido su favorito al principio pues no era demasiado llamativo, era una libreta de madera exportada y forrada con seda color rosa.

Recordaba perfectamente esa noche, la pequeña Eliza que solo contaba con trece años al ver su esfera de navidad sacudiéndola de arriba a bajo y llenando sus ojos con ilusión cada vez que lo hacía, O la inocente Peggy desenvolviendo sus regalos con mucha curiosidad y dando gritos de alegría cada vez que encontraba algo nuevo.

Justamente esa noche Angelica siguió a su madre que se dirigía a los establos con una bolsa en la mano, siendo Angelica la joven tan curiosa que era decidió ver de qué se trataba, caminaron por el gran jardín de la mansión hasta que llegaron a los establos de la casa, o al menos eso parecían. Lo primero que pudo apreciar fue a su madre poniéndose unas botas de montar, nunca la había visto haciendo algo similar. Luego se acercó a una persona, para Angélica era raro ver a una señorita así pues no traía un vestido decente, traía prácticamente una bata de dormir y no traía zapatos, además tenía tierra en la cara y se veía cansada. Angelica no terminaba de comprender hasta que se acercó a ver de cerca...era una esclava.

La madre de Angelica saco seis hogazas de pan de la bolsa y se las entregó en las manos a la mujer. La acción de su madre no fue realmente lo que la sorprendió fue la reacción de la trabajadora, está parecía no reaccionar pero luego dejó caer unas cuantas lágrimas que rápidamente se convirtieron en un profundo llanto mientras no paraba de decir que tan agradecida estaba, La pequeña Angie solo tenía catorce años en ese entonces por lo tanto no comprendía aquella reacción. Solo eran seis hogazas de pan.

Catherine Schuyler salió de la pequeña cabaña después de haber entregado el pan, Angelica se escondió detrás de un árbol para no ser descubierta. Para bien de Angelica su madre no la notó. Se sentó por unos minutos para pensar sobre lo que había sucedido ¿Por qué esa mujer había hecho tanto escándalo por unas simples hogazas de pan? Aún seguía sin comprender lo que había visto, algo le había quedado claro, no todos tienen las mismas oportunidades.

Cuando por fin se encontró sola en su cuarto de la mansión, procedió a contar sus regalos de navidad. Fueron catorce en total, el de menor valor siendo la libreta. Angelica pensó en como reaccionaría la mujer si recibiera aunque sea aquella libreta como regalo, y como para ella no era prácticamente nada. Angelica se prometió a si misma que haría lo posible para que todos estuvieran en la misma posición, para que todos recibieran lo mismo.

Al principio trataba a esa libreta como un tesoro pues para ella simbolizaba el momento en el que el mundo le había abierto los ojos, no fue hasta que cumplió los diecisiete años que por fin se atrevería a escribir en el diario, claro que no fue mucho al principio.

Las cosas completamente cambiaron en la boda de Alexander, no tenía a absolutamente nadie que la escuchara así que plasmó sus ideas en el diario. En ese momento su preciada libreta se convirtió en su confidente.

-El paisaje es bonito ¿verdad?- Peggy trato de interrumpir lo que hacía su hermana.

-Supongo que lo es, no lo he observado-

-¡Ah! ya veo-

al parecer su intento había fallado. Tenía que haber algo que llamará la atención de Angelica ¡Cierto! Ya lo tenía.

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