Reprise 2

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Dear Theodosia - Reprise

Henry Laurens se encontraba parado en un lugar detrimental y lleno de gente pordiosera. Donde solo la basura de la sociedad moderna podía convivir. Estar en ese lugar era una experiencia que no quería repetir.

Pero su objetivo no iba a cambiar, el honor de su familia ameritaba cualquier sacrificio.

La niña bastarda tenía que encontrarse en algún local de la zona. Su madre tomó la mala decisión de no dejar un fondo económico. Era de esperarse, todas las mujeres oportunistas carecían de sentido común.

Lo que sabía tampoco era agradable. La niña bastarda había llegado acompañada de la dama de compañía. Alguien más se había enterado de lo sucedido, y no podía arriesgar que la información fuera filtrada a la luz.

Asi que se decidió de una vez por todas, entraría a la pensión donde pudo localizar a Christina Harrison. Y haría lo que hiciera falta para deshacerse del problema. Solo tenía que ver la manera de deshacerse de la dama de compañía y encontrar un orfanato lo suficientemente lejos para que nadie volviera a saber nada más del asunto.

No fue difícil saber exactamente en que cuarto se localizaba la tal Christina. Pues tanto el velador como los huéspedes reaccionaban igual cuando los empleados de Henry les apuntaban con un arma de fuego.

Cuarto 31, del segundo piso. Subió sin hacer ruido.

Era una pensión atiborrada de inmigrantes y obreros. Así que sabía que había ido al lugar correcto.

Dejó que los borrachos merodearan y lo evadieran. El largo pasillo crecía cada vez más.

Paso por paso, la madera rechinaba. Paso por paso parecía que la luz se desvanecía de ese lado del mundo. La desolación de las personas solo crecía en ese ambiente.

Quizá sintió los penetrantes ojos que se clavaban en su espalda con cada paso que daba. Pero los merodeadores pensaban al menos lo suficiente como para saber que no debían de atravesarse en su camino.

Era asqueroso pensar que la gente que consideraba eso como un lugar para pasar la noche existiera, pero lo hacían. Solo quedaba lidiar con ellos.

Cuando llegó la hora de tocar la puerta, dejó que su capataz principal se encargara.

Comenzó con suavidad, para no provocar ninguna alarma. Cosa que no fue efectiva, claro que no lo fue.

Entonces empezó a resonar con los puños, golpeó y golpeó. Henry y el conductor que lo acompañaba pensaron que derribaría la puerta.

Entonces una mujer de aspecto frágil y cabello desordenado salió, no sabía que expresaba exactamente en esos ojos pequeños. Era casi seguro que ella tampoco tenía idea de que esperar de los hombres de la puerta.

Y ella también, reaccionó de la misma manera cuando la boca de la pistola de marina se colocaba sobre su cabeza.

Sus piernas parecían dejar de funcionar, así que el conductor se apresuró a tomar ventaja y apresarla. Su transpiración se volvió ruidosa incluso si había una mano en su boca.

El capataz era rápido, y pudo escanear el cuarto más allá del olor a alcohol y madera podrida. Notando una abertura en el closet.

Y al abrir la puerta, finalmente su búsqueda cesó.

El alivio que sintió Henry en el fondo opacó el sonido de los gritos ahogados que salían de la apresada dama de compañía.

No gasto tiempo, el capataz acató la instrucción a la perfección y tomó a la niña en sus brazos. Salieron por el mismo camino por el que entraron.

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