Capítulo 36.

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Me había dicho que me quería, Agustin Bernasconi había admitido que me quería. Sonreí de una manera que me dio pena, que me dio vergüenza.

– ¿Qué? – pregunté asegurándome de lo que había dicho.

– Te quiero.

– ¿De verdad me quieres?

– De verdad te quiero.

Y supe en ese momento que no quería escuchar nada más, solo eso. Me conformaba con esas simples palabras salidas de la boca de Agustín. Lo abracé por el cuello acercándome a su cuerpo, él hizo lo mismo y sentí el calor de su cuerpo viajar hasta el mío de una manera realmente espectacular. Ya no quería nada más, ni siquiera respirar, Dios mío, Justin me quería y lo había admitido después de bastante tiempo y de unas 30 veces que habíamos tenido sexo (exagero).

– Tengo que preguntarte algo – dijo alejándome de ese rinconcito en mi cabeza que me recordaba lo feliz que era.

– Dime.

– ¿Haz estado cuidándote? – preguntó con cara de espanto.

– Pastillas, claro. ¿Por qué? – pregunté insegura.

– No quiero que quedes embarazada, no estoy listo para cargar con un problema todavía – dijo con tono seco.

Sentí un golpe horrible en el estómago cuando dijo eso, aunque no sabía por qué, no pensaba tener hijos con nadie por el momento, y si lo hacía, era seguro que abortaría, no me quedaría con un bebé apenas teniendo dieciocho recién cumplidos.

– Bueno, estoy algo cansado. Ven – dijo señalando su regazo.

Me aventé a su cuerpo con delicadeza quedando atrapada entre sus brazos musculosos y su pecho marcado. Acaricié la línea de vellos que se le marcaba justo debajo del ombligo y sonreí. Esos vellos me causaban algo extremadamente excitante.

– ¿Te gustan? – preguntó algo divertido.

– Me fascinan.

Mordí mi labio inferior y subí la mirada para encontrarme con la de Agustín.

– ¿Me das un beso? – le pedí como niña pequeña. Negó con la cabeza.

– Tú dámelo – reclamó.

– No – hice un puchero y le saqué la lengua.

– Ah, vamos, no seas orgullosa y dame un beso – bufó.

– Dámelo tú – paré la trompita esperando a que sus labios tocaran los míos, pero en lugar de eso sentí sus labios en mi frente. – Más abajito – le pedí, casi implorándole.

– ¿Ahí? – dijo besando mi nariz.

– Un poco más abajo – cerré mis ojos.

Ahora sus labios besaron la comisura de mis labios.

– ¿Ahí está bien? – preguntó.

– Vamos, sé que tienes mejor puntería.

Escuché una pequeña risa.

Y entonces sus labios tocaron los míos. Frenéticos y deseosos, los míos fueron devorando los de Agustín con lentitud, pero con bastantes movimientos que invitaban a Agustín a seguir.

– Oye... ¿Sabías que hoy tienes que ir a la escuela? – dijo sobre mis labios. ¿Por qué demonios hacía eso? Justo cuando íbamos a tener sexo nuevamente.

– ¿Enserio? Yo no siento como si fuera lunes.

– Créeme, lo sentirás en un rato.

Dejé de besarlo y me recosté en su regazo, no quería separarme de él.

Sex Instructor.-HOT-[AGUSLINA]•[ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora