Agustín se quedó mirándome fijamente durante unos largos segundos mientras que yo intentaba figurar las palabras correctas para decirle que quería seguir con él sin importar lo que había pasado.– Te amo – solté.
Agustín me miró ilusionado, con una luz brillante en sus ojos y con tanto amor que no podía dejar ni un segundo más sin besarlo, sin sentir su calor recorrer mis arterias e inundar todo mi cuerpo. Tenía que tocarlos, tenía la urgencia de saborear sus labios y de oler su aroma toda la noche.
Agustín cortó la distancia que nos separaba y tomó una de mis manos entre las suyas y besó la palma de ésta. Me abrazó y me levantó del piso. Comencé a llorar y a sollozar. Lo extrañaba, lo añoraba, lo amaba.
– No llores, aquí estoy – susurró al aire. – Te amo, no sabes cuánto.
Sonreí y me separé un poco de él para poder observar su bello rostro.
– Perdóname, perdón por todas las estupideces que hice, perdón – dije mientras la yema de su dedo pulgar limpiaba las lágrimas cayendo sobre mis pómulos.
– Sht, sht. Ya todo está bien, estamos bien y lo estaremos.
Me acerqué a su hermoso rostro y lo besé dulcemente en sus labios, atrapándolos y acariciándolos con los míos mientras sus manos rodeaban mi rostro y su cuerpo se pegaba más al mío haciéndome sentir sus palpitaciones. Una de sus manos bajó hasta mi espalda baja y comenzó a acariciarla aun besándome. Nos movimos hasta que llegamos a la sala sin separarnos ni un segundo. Se sentía tan bien estar de nuevo así, besándolo y tocándolo mientras la luz de la luna se escapaba por las cortinas e iluminaba nuestros rostros de una manera espectacular. Una lágrima se derramó por mi mejilla y Agustín pudo sentirla chocar contra su piel.
– ¿Qué pasa? – preguntó con ternura.
– Prométeme que a pesar de todo lo que pase o lo que pueda pasar, siempre, siempre vas a recordar la primera vez que me tocaste, que me acariciaste y que me besaste, promete que lo recordarás y tendrás esa imagen de mi para siempre, por favor – dije sollozando.
Agustín me miró con confusión pero aun así asintió con la cabeza y me acarició la mejilla.
– Te lo prometo – dijo al fin.
Sonreí y empecé a acariciar su rostro asegurándome de que era real, que todo esto era real.
– Te amo.
Agustín me limpió las lágrimas de las mejillas y volvió a besarme.
– Te amo todavía más – le contesté cuando nos separamos.
Nos sentamos en el sofá y solo nos miramos el uno al otro, admirándonos con ojos de amor, observando cada detalle de nuestros rostros, cada poro era importante en ese momento. La mano de Agustín se desvió de la mía y recorrió todo un camino de vellosidad hasta llegar a mi hombro desnudo. Tocó mi cuello y comenzó a acariciarlo de una manera tan delicada que me sentía como una joya siendo apreciada por su acreedor. Suspiré. La mano de Agustín subió a mi rostro y con la yema de su pulgar siguió la línea de mis labios seguida por mi mentón. Bajó al espacio entre mis senos, los delineó y después bajó despacio a mi vientre. Cerré los ojos y volví a llorar. Su otra mano viajó a mi cabello mientras su mano aún en mi vientre me hacía sentir pacífica y triste. Interrumpí sus caricias en mi vientre con mi mano y la desvié para ponerla en el lugar donde se situaba mi corazón.
No hablamos, ni uno de los dos lo hizo. Estábamos tan fascinados y centrados en nuestras propias imágenes que nada importaba; el tiempo se había congelado y con él, los problemas y los pensamientos. Para mí ya no había nada, solo dos personas que eran lo más importante para mí; una estaba dentro de mí y la otra me miraba fascinado, encantado. Toqué el rostro de Agustín y tomé una foto mental de este momento para guardarla en el fondo de mi corazón para siempre, para mantenerla a salvo y nunca olvidar este preciso momento. Era mágico, todo era real en todas sus formas; la luz de la luna sobre nosotros, el líquido rojo que corría por nuestras venas, el calor que emanaba de nuestras pieles, el color de cada detalle y de cada maniobra. Esto era justo lo que necesitaba, necesitaba a Agustín junto a mí, de esta manera, contemplándome antes de hacerme suya una vez más, admirando el cuerpo inmundo de una mortal. Necesitaba la mirada del futuro padre de mi hijo o hija, del culpable de mi falta de sueño y mis pensamientos impuros. Él era todo lo que necesitaba en ese momento.
La mirada de Agustín se desvió al fondo del bosque para después regresar a mis ojos.
– Nunca me cansaré de ver tus ojos agua marina – observé sus ojos miel. Yo tampoco me cansaría de verlos jamás.
– Yo jamás me cansaré de verte.
– Eres p-e-r-f-e-c-t-a – dijo mientras me tomaba entre sus brazos y me ponía debajo de él.
Lo miré, tan perfecto, toqué sus labios y los junte con los míos. Sentí su longitud entrar lentamente en mí.
– Estoy rompiendo las reglas – anuncié. – Mi doctora me dijo “nada de sexo” y heme aquí – sonreí.
– Yo rompí mis propias reglas desde el día en que te conocí.
Sonreí y otra lágrima salió de su órbita. Acerqué su rostro al mío con brusquedad y una vez más, lo besé. Agustín se movió dentro de mí de una manera asombrosa. Sus embestidas eran lentas pero profundas y su cuerpo me abrazaba de la manera más hermosa que jamás haya experimentado. Besó mi cuello y lamió de él mientras hacía que todos mis sentidos enloquecieran gracias a la presencia de su cuerpo dentro de mis paredes. Gemí tan duro que Agustín tuvo que callarme con un beso.
– Mi madre está arriba – susurró divertido.
Volvió a envolverme en una embestida tan dura que casi lloro.
– Ah, te sientes tan bien – dijo Agustín en un quejido.
Y de repente todo se arruinó.
– Demonios, Agustín quítate – le dije mientras lo empujaba a un lado y me iba corriendo al baño.
Me recargué en la taza y comencé a vomitar. Puse una mano en mi vientre desnudo y escupí el líquido amargo en mi boca.
– ¿Te encuentras bien? – preguntó Agustín preocupado mientras entraba al baño.
Le sonreí.
– Joselyn dijo que serían efectos secundarios de la medicina – mentí.
– ¿Quieres algo? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? – dijo sin saber qué hacer.
– Agua, un poco de agua no me caería mal.
Agustín salió del baño hacía la cocina y yo salí apresurada y me puse mi ropa. Aún me resultaba incómoda andar por ahí desnuda.
– Aquí tienes – me ofreció un vaso con agua.
Le sonreí y tomé el vaso entre mis manos para después tomar un trago de agua. Cuando me acabé el agua le regresé el vaso. Sus dedos tocaron mi piel y sentí como me estremecí ante el contacto de su piel con la mía.
– Mañana iremos a la playa para quedarnos toda la semana. Puedes venir si quieres – me invitó mientras caminábamos a la cocina.
Lo pensé unos segundos, tenía que hacer las maletas para la mudanza y todo eso. Valentina me odiaría, pero necesitaba estar lo que restaba de la semana con Agustín, disfrutar de mis últimos días con él e intentar hacer esto lo mejor posible.
– No estaría nada mal.
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Sex Instructor.-HOT-[AGUSLINA]•[ADAPTADA]
Fanfiction- Primera regla - empezó a decir. - No puedes contarle a nadie que doy clases. Si una mujer se topa con ese letrero es porque el destino la llama, no por otras cosas. Dos, no sabrás nada de mí; a qué me dedico y qué hago fuera de aquí. Tres, nada de...