Capítulo 21.

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A la mañana siguiente desperté con un sabor horrible en la boca; amargo y seco. Jugué un rato con la tela de la sudadera de mi padre hasta que escuché un ruido que llamó mi atención. Salí del cuartito para llegar a la salita y encontrar a Alan tirado en el suelo mirando la pantalla de su celular.

– Hey, ¿qué haces ahí?

Se levantó bruscamente y me miró apenado. No traía nada para cubrirse el torso.

– Bueno, ehm - se rascó la nuca con nerviosismo. – No iba a dormir en la misma cama que tú, eso es obvio y tampoco me iba a largar y dejarte sola sin nada.

– Bueno, gracias, pero no tenías que preocuparte por mí, sé bien dónde está la salida – le sonreí a medias.

– Ahm... Te traje ropa de mi hermana. Espero no te moleste, creo que hace mucho frío para que solo traigas tus shorts de gimnasia.

– Gracias.

Me dio un bolso color beige de piel que dentro traía varias prendas y una toalla de baño.

– Ya sabes dónde queda el baño y todo. Mientras iré a casa a traer un poco de comida y dinero de mis ahorros - dijo mientras se ponía una sudadera encima y se ponía los tenis.

– Alan – dije suavemente su nombre. Alzó la cabeza para dirigir su mirada hacia la mía. – Gracias.

Dibujó una sonrisa de lado en sus labios y se acercó bastante a mí. Besó mi mejilla y pegó sus labios a mi oído.

– No hay de qué.

Me quedé inmóvil. Alan salió de la casita y escuché el motor de su carrito. Miré al suelo y me maldije a mí misma.

Regresé a la cama y me tapé con las mantas. Una vez envuelta cerré mis ojos y deje de pensar en todo lo que había pasado la noche anterior por un momento.

– ¡Maldita sea! – grité cuando recordé cómo Agustín me había llamado. – ¡Hijo de...! – cerré la boca. Su mamá no tenía nada que ver con esto.

Me levanté de nuevo de la cama y me encaminé a donde había dejado la bolsa con las prendas de la hermana de Alan. Me puse en cuclillas y le eché un vistazo al interior de la bolsa. Se veían colores un poco opacos, pero de los que me gustaba usar. Saqué todas las prendas y las extendí en el suelo; una sudadera beige, unos pantalones de pants grises, una playera azul pálido, una bufanda del mismo color de la blusa, unos calcetines, ropa interior y unas vans negras.

Lo acomodé todo de la manera más ordenada posible y me levanté para acomodarlo en el baño. Salí de la bañera y me adentré en el cuartito de despensa para sacar todo lo necesario para darme una ducha decente. Regresé a la bañera de nuevo y abrí la llave del agua caliente hasta que ésta llegó a la temperatura perfecta y pude desnudarme y meterme.

El agua corrí por todo mi cuerpo relajando todos mis músculos y disminuyendo mis pensamientos. Enjuagué mi cabello, lavé bien mi cuerpo de pies a cabeza y pude salir. Me enredé en la toalla de baño blanca que había en el estante y sequé todo mi cuerpo. Embarré crema en mi piel y acomodé la ropa interior en su lugar correcto; las braguitas en mi trasero y mi feminidad y el sostén en mi busto.

Cuando terminé de cambiarme, salí y acomodé todo en su lugar, abrí la ventana del baño para que todo el vapor saliera por ésta y el calor fuera más soportable.

– ¡Carolina! – alguien gritó mi nombre. – ¿Dónde estás? – preguntó la voz.

Sabía que era Alan así que le respondí de inmediato.

– ¡Estoy en el cuarto! – respondí.

Seguí acomodando todo en su lugar ignorando los sonidos de las pisadas de Alan, que ya estaba más cerca de mí. Dejé de escuchar los pasos y sentí el cuerpo de alguien muy cerca del mío. Al parecer Alan no entendía que no quería nada con él.

Me di vuelta para verlo, pero no me encontré con Alan, sino con la persona más indeseable del mundo.

– ¡Maldita sea Agustín! Me has pegado un susto enorme – solté un grito ahogado.

– Discúlpame.

– ¿Qué demonios quieres ahora? – le di la espalda y me alejé de él.

– La verdad es que quiero hacer muchas cosas ahora – dijo con voz tentadora. – Pero solo quiero arreglar las cosas. Es lo único que me importa ahora.

– ¿Arreglar qué? – le pregunté enojada.

– Lo que pasó. Más bien, quiero hablar de eso, de lo que pasó anoche en la piscina.

– Mira, olvida lo que pasó. Tengo novio, lo quiero – admití dándome la vuelta.

Llevaba un traje negro en lugar de sus jeans y sus Supras. De igual manera se veía increíble.

– Fue mi error. No debí desvirgarte en primera, eso hizo que te confundieras, que confundieras las cosas – susurró más para él mismo que para mí.

– ¿Confundida yo? No me vengas con... Agh. Yo no estoy confundida; perdí mi virginidad con la persona incorrecta, puedo olvidarlo, no te preocupes. No estoy confundida, sé que todas las veces que lo he hecho contigo solo son eso: sexo, nada más. Tú lo dijiste, tú me das placer y yo te lo doy a ti, punto – dije algo furiosa.

– ¿Entonces por qué no quisiste que siguiéramos anoche? – me preguntó interesado.

– Porque... pues, es fácil... – divagué.

– Si es tan fácil, ¿porque te cuesta tanto explicármelo? – me retó.

Si tan solo pudiera decirle que no se me hace justo hacerle eso a Mathias, que aunque ni siquiera yo lo creo, siento cosas por Mathias al mismo tiempo que empiezo a sentir cosas por él, por el tipo guapísimo que me quitó mi virginidad.

– No es tan fácil cuando haces eso – dije señalando su rostro, que tenía un gesto sensual y tentador.

– ¿Hacer qué? – torció el gesto.

– Olvídalo Agustín – seguí ordenando.

Sentí sus manos tocar mi cintura, meterse dentro de la sudadera y de la blusa para chocar su piel contra la mía. El contacto de su piel me hizo estremecer, casi caer al suelo gracias a eso, pero pude tomarlo del antebrazo y sostenerme.

– ¿Por qué no contestas mis llamadas ni mis mensajes? – susurró pegado a mi oído. – ¿Te da miedo no poder resistir a mis encantos?

Cerré los ojos. Estaba a punto de darme vuelta y besarlo. "No Carolina, tienes novio y le quieres", me repetí mentalmente.

– Vamos Carolina, admítelo.

Su mano pasó a mi vientre y empezó a bajar poco a poco, tan lento que me daban ganas de tomar su mano y bajarla de una buena vez. Su mano tuvo dificultades para entrar por el resorte del pants, pero lo hizo. Acarició mi pelvis y bajó aún más. Su dedo medio tocó mi clítoris y jugueteó con este, el resto de su mano acarició mi feminidad y se metió en lo más profundo de mí.

Solté un gemido. Mi mano viajó hasta su nuca tocando el suave contorno de cabello que se posicionaba ahí.

– No puedes hacerme esto – dije entre gemidos.

– Te mostraré que puedo.

Y todo se consumió en un beso que la estúpida de mí no resistió.

•••

Maratón:

2/10

Sex Instructor.-HOT-[AGUSLINA]•[ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora