Narra Agustín.
Carolina se me adelantó. Cuando apenas estaba tomando mi chaqueta, ella ya estaba bajando las escaleras de esa manera tan sensual de ella. Corrí hasta donde estaba y tomé su mano.
– ¿Por qué tan acelerada, señorita Kopelioff?
– Ah, lo lamento.
Sonrió y tomó mi mano entre la suya. La solté. No me gustaba lo que empezaba a sentir con Carolina.
– ¿Quieres descansar un poco antes de la clase?
– Ahm... – rascó su cabeza y torció el gesto. – La verdad es que... no tengo muchas ganas de recibir esa clase después de eso – dijo mientras señalaba su cuarto con la barbilla.
– Señorita Kopelioff, ¿está cansada?
– Sí, un poco. Me ha dejado exhausta.
– Oh...
– Pero antes de que te vayas, si es que quieres hacerlo...
– ¿Te preguntas cómo sé dónde vives?
– Ajá.
– Bueno... Tu amiga Valentina no es nada discreta – le guiñé un ojo y tomé mi chaleco.
Caminé hasta la entrada y sentí los pasos de Carolina detrás de mí.
– ¿No vas a despedirte?
Solté una risita.
– Te veías preciosa el sábado.
Me di vuelta y salí hasta mi auto. Arranqué y fui hasta mi casa.
Cuando llegué a mi lujoso pent-house, no dudé ni un segundo en meterme a la ducha. Dios mío, ésta chica me había hecho sudar.
•••
– ¡Oh,Amber! – grité mientras tomaba el trasero de la mujer rubia entre mis manos y lo empujaba hacia mí.
– Agustín... no, no te detengas – chilló.
– Oh, sí – gruñí cuando me vine.
Moví mi miembro más lento dentro de ella hasta que al fin el amiguito se relajó y pudo salir de esa entrada deliciosa.
– ¡Mierda Agus! – dijo la rubia mientras se ponía frente a mí, enseñándome sus enormes senos y su carita preciosa. Me tomó del mentón y me besó ferozmente.
– Hey... – susurré encima de su rostro mientras la apartaba dulcemente por los hombros. – Tengo otro trabajo que atender.
– Zorra – gruñó entre dientes.
– Vamos, Amber... recuerda las reglas.
– Tú y tus estúpidas reglas – exclamó. – ¿Por qué no admites que tienes una esposa?
– ¡¿Qué?! – comencé a reír por lo bajo. – No, es lo que menos quiero ahora. Disfruto mucho del sexo que me dan tú y otras mujeres...
– Quien quiera que sean las otras, más les vale que te conquisten lo más pronto posible, porque lo haré yo sin problema – dijo mientras alzaba su cabello y hacía que su busto se estirara.
Me levanté de la cama y comencé a ponerme mi traje. Besé por última vez a Amber y salí del hotel. Mientras caminaba, acomodé mi corbata y me puse el saco encima, el clima no era nada caluroso.
Mi celular comenzó a vibrar. Un mensaje.
"Hotel Maryland. Recuérdalo. Carolina"
Sonreí orgulloso y seguí caminando.
"No lo olvido, señorita Kopelioff"
Me metí en mi carro y acomodé todas mis pertenencias en el asiento trasero de mi precioso Audi. Encendí el auto y arranqué. Avancé entre el horrible tráfico de la ciudad para después meterme en los suburbios, ahí, donde vivía mi siguiente alumna, la única alumna menor de edad, la única que había dejado de ser virgen gracias a mí, la única a la que me agrada ver en pijama y en vestidos, la única que me ha interesado saber de su vida, la única chica de ojos verdosos y labios rojos que ha llamado mi atención.
Me estacioné en una esquina, lejos de su casa. Revisé mi celular. Nada. Miré por el retrovisor para asegurarme de que nadie me seguía. Cuando estuve seguro de que estaba completamente solo, libre de observar hacía la casa de Carolina, lo hice. Recargué mis antebrazos en la parte superior del volante, haciendo que se cruzaran al llegar a su punto final, mi mentón se recargo en la unión de las muñecas y observé detenidamente la ventana del cuarto de Carolina.
Estaba arreglándose, para mí. Se veía realmente bien con ropa interior. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
"¿Qué demonios te pasa Bernasconi?", me reclamaba interiormente mientras sacudía mi cabeza sacándome la preciosa imagen de Carolina escogiendo un vestido. Seguí observándola. Tomó un vestido plateado, casi de monja.
– Ese no. Muy de niña – susurré.
Tomó uno negro strapples.
– Ese se ve lindo.
Sacudió su cabeza y miró en dirección a la cama. Sonrió. Tomó uno dorado, con un escote triangular, pero discreto. Dios. Era el mejor vestido del planeta.
– Quédate con ese.
Lo puso sobre una sillita y empezó a recoger los demás. Abrió su armario y los metió agresivamente. Una risa salió de mi garganta.
– ¿Qué harás ahora?
Vi como tomó su celular y dudaba en llamar a alguien. ¿Qué tramaba ésta chica? El sonido apagado de mi celular hizo que me removiera en el auto en busca de éste.
– ¿Hola? – contesté regresando mi mirada a Carolina. Ya no podía verla.
– Profesor... – susurró la débil y delicada voz de Carolina.
– ¿Cómo está alumna?
– Creo que seré de su agrado el día de hoy.
– Eso espero, señorita Kopelioff.
– Sí – dijo como niña pequeña. – tengo que seguir arreglándome. Hasta pronto, profesor.
– Hasta pronto señorita Kopelioff.
– Rompe reglas.
Colgó. ¿A qué se refería con "rompe reglas"?
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Sex Instructor.-HOT-[AGUSLINA]•[ADAPTADA]
Fanfic- Primera regla - empezó a decir. - No puedes contarle a nadie que doy clases. Si una mujer se topa con ese letrero es porque el destino la llama, no por otras cosas. Dos, no sabrás nada de mí; a qué me dedico y qué hago fuera de aquí. Tres, nada de...