El ruido de las llaves en la cerradura y la voz chirriante e inconfundible de mi madre que pregunta:
—¿Molesto?
Si estuviera enrollándome con un desconocido, ni siquiera tendría tiempo para aclarar la voz o tartamudear una excusa. Por suerte ése no es mi estilo. Ni la excusa, ni mucho menos el desconocido. Además de que detrás del griterío de mi madre y el crujido de sus innumerables bolsas está Jimin, mi novio, que ya la sigue a todas partes. Desde la peluquería hasta las compras, se están volviendo inseparables.
Al principio fue mi madre quien lo engatusó, de esa manera suya tentacular que siempre he encontrado inaguantable. Lo ha hecho con todos los otros y ahora lo repite también con él: es una forma maniática de ejercer control, la suya. Jimin no lo entiende, cree que a mí me gusta, quizá está convencido de que la alianza con mi madre acabará fortaleciendo nuestra relación. En realidad, como de costumbre, eso me molesta, y no sólo porque las llaves de casa que le he dado a Jimin acaben automáticamente en manos de mi madre, que entonces aprovecha para intensificar sus visitas, sino también porque Jimin ha empezado a imitarla, en el estilo, en la manera de hacer, de mover las manos, como si no tuviera más que suficiente con mi madre.
—Jungkook, querido, acabamos de volver de un muy agradable paseo por el centro —me informa mi madre antes de volcar todas las bolsas de marca en el sofá y pedir a Jimin que le acerque un vaso de agua—. ¡Señor, qué calor hace! ¿Te estamos molestando? ¿Trabajas incluso los domingos?
Me han encontrado sentado en el sofá del comedor mientras repaso algunos correos electrónicos con el ordenador encendido en las rodillas. La casa está desordenada, la mujer de la limpieza tiene su día de descanso. No se trata de una situación tan grave que requiera la intervención de un servicio de protección civil, pero por la mirada disgustada que mi madre echa a su alrededor deduzco que el desorden está a punto de pedir permiso e irse.
Enseguida se ocupa de recoger la chaqueta de la butaca y pasársela a Jimin. Ella, jamás ha puesto agua a hervir, ya que en casa hay una multitud adiestrados para servirla. Encima Jimin ejecuta sus órdenes, le encanta ponerlo todo de su parte en su presencia. Cuando mi madre dice algo, lo que sea, Jimin escucha sus palabras como si probara un destilado de sabiduría, sucumbiendo a su fascinación. Por otro lado es normal, mi madre posee una personalidad carismática; a veces detestable, pero nadie es capaz de decirle que no. Sabe cómo conseguir lo que quiere, encontrar su hueco en cada situación y obtener la atención que se merece.
De joven era una mujer guapísima, alta, delgada, muy seductora, aunque sólo fuera por su porte. Hoy tiene poco más de sesenta años, y sin embargo parece que se ha quedado en una edad indefinible, por mérito o culpa de los continuos retoques. Si no fuera por el cuello arrugado y las manos con manchas en la piel y agrietadas, sería imposible determinar su edad. Hay días en los que me cuesta reconocerla.
En casa es ella quien lleva los pantalones, y no sólo porque su familia es de lejos la más rica y todo lo que tenemos nos lo dejó mi abuelo materno. Se trata más que nada de una cuestión de carácter: mi padre no hace otra cosa que padecer, hasta en la empresa, donde es el presidente, pero sólo formalmente: asistiendo a un Consejo de Administración te das cuenta enseguida. Mi madre tiene el don de llevar a la gente a hacer todo lo que ella desea, es un hecho. Como ahora con Jimin, que se ha empeñado de repente en limpiar el comedor. Está recogiendo de la mesa el plato con las migas del bocadillo que acabo de comer y la lata vacía de Coca-Cola. Si estuviéramos solos, jamás lo haría.
Mientras tanto, mi madre ha empezado a abanicarse la cara con el folleto de un instituto de belleza. «Señor, hace un calor inaguantable...», repite. Entonces Jimin abre la ventana. Ella se acerca con desgana al espejo. Luego se acaricia el flequillo, lo aplasta delicadamente con la palma de la mano en la frente, como para mantenerlo tranquilo. Se da la vuelta y me mira, mientras saca a relucir su habitual sonrisa de plástico.
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FaceLove -《KookV》♡
FanfictionTaehyung tiene ocho años cuando a la salida del colegio se encuentra con Jungkook. Tae sólo es un niño mientras que Kook es un adolescente. La diferencia de edad entre ellos es una barrera que no se puede romper. Pero 15 años más tarde, después de u...