Existe una primera vez para todo, incluso para enviar una solicitud de amistad en Facebook. El que se ha hecho con la primicia es el niño del colegio que hace casi quince años que no veo.
De vez en cuando le echo un vistazo al ordenador para ver si me ha contestado. No sentía una curiosidad de este tipo desde hace no sé cuánto tiempo. Hasta me noto distraído: la secretaria, hace una hora me ha recordado la comida en casa de mis padres y ha esperado en vano mi respuesta, luego debe de haberse alejado perpleja. Cuando me he querido dar cuenta, ya había bajado a comer.
Estoy en el coche y pienso en lo que podría haberle escrito junto con la solicitud de amistad. A lo mejor habría venido un mensaje para saludarlo. Compruebo en mi móvil, pero nada, todavía no hay respuesta.
En casa me espera una inusual comida familiar. Ha venido a vernos una prima de mi madre que vive en Nueva York y este fin de semana toca improvisar: la familia perfecta. Mi madre vive para esto, padece el juicio de los demás. Mientras mi padre y yo padecemos sus presiones para que todo salga según las expectativas.
Antes éramos tres, repartidos por los seiscientos metros cuadrados de interiores y los mil de jardín; hoy quedan dos. Dentro de esos muros, sin embargo, es constante la sensación de que falta el aire. Hasta en el jardín.
La reja pintada de negro se abre. La avenida avanza en medio de una extensión verde, que de niño recorría montado en un triciclo. El exterior de la villa está pintado en amarillo tenue, y las raíces secas de las plantas trepadoras llegan hasta el techo y las grietas. Incluso de día, las ventanas tienen casi siempre las cortinas corridas. Hitchcock, el pastor alemán, se me acerca sin ladrar. Frota su hocico en el dorso de mi mano. El peso de su cadera lo apoya contra mis rodillas.
Hoy, de nuevo, me sorprendo preguntándome si seré capaz de recitar mi papel.
Detrás de la empleada que viene a abrir la puerta, asoma mi madre con su sonrisa de plástico de costumbre.
-Has llegado tarde, querido -me regaña, indicándole a la mujer que me ayude a quitarme el abrigo-. Ya estamos todos en la mesa.
-¿Quiénes son todos?
-Me he permitido invitar también a Jimin, ya que me ha acompañado al centro a recoger un bolso.
En el comedor, la mesa está puesta como si de un banquete de boda se tratara, y Jimin está sentado a la derecha de mi madre. Me sonríe levantando las cejas con una mueca de excusa. A lo mejor luego me dice que no le ha dado tiempo a avisarme, pero ya no creo en lo que dice, sé por dónde va.
Mi tía me saluda con un acento americano que no le queda nada bien. Vive en Nueva York desde hace diez años, no puede haber olvidado el coreano tanto como trata de vendernos, sería un caso patológico.
Mi padre está sentado a la cabecera de la mesa, pero su mente esta en otro lado. Le pregunto el porqué de su ausencia en la reunión con Choi, para darme cuenta después de que su respuesta no me interesa, de manera que me dejo distraer por la llegada de la comida y me pongo un poco en el plato.
Jimin no para de mirarme. Me roza una rodilla con la punta de sus zapatos, y me recuerda que esta noche tenemos una cena en casa de una pareja de amigos.
-Estoy desbordado de trabajo -le contesto-, creo que tendríamos que anularla.
En la cara de Jimin asoma un gesto de decepción.
-Mi hijo no para de trabajar -le explica mi madre a su prima-. Y con un novio tan guapo, a mí me daría miedo dejarlo demasiado tiempo solo. -Dicho esto, le dedica una mirada a Jimin y le sonríe con la acostumbrada complicidad maternal.
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FaceLove -《KookV》♡
FanfictionTaehyung tiene ocho años cuando a la salida del colegio se encuentra con Jungkook. Tae sólo es un niño mientras que Kook es un adolescente. La diferencia de edad entre ellos es una barrera que no se puede romper. Pero 15 años más tarde, después de u...