—¿Estás seguro de esto, niño? —le susurró la voz de aquél viejo hombre. Lo miró una vez más, deteniéndose en aquellas mejillas cubiertas de una barba rasurada y donde las raíces blanquecinas de las canas empezaban a relucir. La cicatriz notoria que cruzaba como un tajo su rostro lo estremeció, la orbe grisácea y azulada de su ceguera hizo que tragara saliva. Apartó la vista y cerró los ojos.
—Hazlo —sentenció y sintió los cinturones amarrar sus extremidades con fuerza y presión. En los tobillos, el estómago, el pecho. Los brazos retenidos y el cuello atado a la camilla vieja y rechinante. Sintió la humedad en sus sienes, pegajosa y fría, los electrodos rodearon su cráneo y su respiración se volvió irregular. Escuchó cómo la máquina se prendía y el viejo hombre a su lado le tendió un gran trozo de gasa blanca para morder.
A la primera descarga su cuerpo convulsionó de una estocada. Se retorció, arqueándose por completo como si su cuerpo actuara a reflejos propios. Se sentía retenido, acorralado en aquellos voltios que crecían a desmedida, dañando su cerebro de sobremanera. Clavó sus uñas en la camilla mientras el calor y el calambre en los huesos lo sacudían como si fuera a romperse. Sus ojos se apretaban con fuerza y sus dientes ya no tenían sensación a toda la fuerza que sumaba para resistir. Recordó a Hunter. Al hombre que lo tomó como un animal. Aquél odioso ser que su alma podrida deseaba asesinar. Arrancarle el corazón, los ojos y esa lengua sucia que soltaba palabras malditas.
Pero para eso, primero tenía que sacar el miedo hacia él. Debía arrancar cualquier signo de sumisión que obtuvo durante aquellos malditos cuatro meses de pura tortura y destrucción.
Se retorció y gritó de dolor, su cabeza le dolía, le palpitaba como loco y la saliva se le escapa de los labios. Escupió en la tela y esta cayó de su boca. La sangre de su lengua mordida lo hizo gemir de dolor. Lloriqueando mientras trataba de calmar su cuerpo, y sin embargo, los voltios volvieron con más fuerza. Rompiendo con él por completo, la sangre escarlata salía de su nariz con lentitud, y lo escuchó. Desde lejos, golpeando la puerta de metal como un lunático desquiciado.
—¡Noah! ¡¡Noah!! —la voz de su padre se escuchaba fuerte mientras el dolor y el calambre se extendía por su cuerpo como fuego. Cerró los ojos y la convulsión se aferró a él, la fuerza de la electricidad en su cabeza lo quemaba, lo hervía. Lo mataba. Sentía humedad sobre su boca, mientras la burbujeante saliva y sangre se escurría de sus labios y sus ojos se abrían, blancos. Intolerables al dolor. Los gritos de su padre se escuchaban lejanos, oscuros, y se apagaban, se apagaban en sus oídos con lentitud. Su mirada se oscurecía y el dolor de cabeza se extendía por todo su cráneo, por su columna vertebral y sus costillas.
Y sintió de repente una paz interna que le trajo calma. Serenidad y nada de dolor. Su mente entró en un trance, y de golpe, volvió a sentir los choques eléctricos en su cabeza, palpitante.
Se volvió desorientado, ladeando la cabeza con dolor, sus manos volaron directamente a su cráneo y la sostuvo con fuerza. Las lágrimas cayeron por sus ojos y los abrió con lentitud. La confusión se instauró en él como una enredadera enorme y rápida, abrumado y con los ojos enormes, rojos e irritados frente a la vista y entorno donde estaba.
Quedó paralizado al instante. Quieto, y observando la habitación con ojos grandes. Se veía vieja, lejana y con un ambiente pesado, tal y como la recordaba. El miedo lo acorraló por completo, se sentía abrumado y no podía despegar su mirada de la vieja puerta chirriante y sucia que se encontraba entreabierta, justo frente a él.
Negó con la cabeza, cerrando los ojos con fuerza, sin entender, sin razonar por completo lo que sucedía a su alrededor. Bajó la mirada, y observó la piel removida, latente y rojiza que se alzaba en su anatomía. Las heridas florecieron con rapidez, como si sus ojos la implantaran tras su recorrido. La desesperación lo bañó en un santiamén, acelerando su corazón justo en el momento donde todo se oscurecía. El suelo manchado de sangre y putrefacción reapareció en su vista como lo sentía antes.
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VIOLENCIA ANIMAL
HorrorHunter jamás había tenido un concepto de amor. Para él, los besos de sangre eran mucho mejores que los tiernos besos delicados, para él, las marcas, las mordidas a carne viva en los cuellos eran mucho mejores que los chupones, para él la violencia e...