Capítulo 26

3.7K 353 10
                                    

Por fin su mayor deseo se había concedido. Con sus ojos verdes Esmeraldas, contemplaba a la mujer que yacía tumbada en su cama. Acarició despacio su pelo dándose el placer de besar cada parte de su cuerpo. Eloísa era sin duda la mujer que siempre buscó y la cual hace que sus días se iluminen como un arco iris.

Haberla tenido entre sus brazos había sido como traspasar el umbral de sus sentidos, dejando atrás aquellos amores olvidados. Ella había llegado a su vida como la brisa de la mañana borrando todo su dolor acabando con las sombras de su soledad.

Volvería amar de nuevo,  volvería a sentir en su mirar llenando con su alegría y su manera de ser ese corazón solitario, con su dulce amor lo hacía inmensamente feliz. Eloísa era aquella brisa que lo envolvía sintiendo de nuevo su amor, pudiendo ver a su vez aquella estrella que siempre soñó.

—Buenos días preciosa, cómo estás mi amor. —Marcos apoyado en su mano le hablaba tan cariñosamente que Eloísa sin poderse  creer que hubiera pasado la noche con él. Le había entregado su mayor tesoro, lo que siempre guardó a pesar de haber estado como novia con Armando. Marcos le había arrebatado su inocencia, le había mostrado la ilusión de amar, de traspasar con sus dedos su piel dejándose llevar por sus besos acaramelados ahogándose en su amor.

—Bien, mi cielo. —Sintiendo aún algo de vergüenza por mostrar su desnudez, Marcos le retiró su mano de sus pechos, era una delicia ver su cuerpo desnudo y más saber que había sido su primer amante.

—Eloísa, debo decirte que tengo que viajar a París. ¿Gustas acompañarme?

—Si quieres, te acompaño así veré a Lorena y Mariola.

—Para mí, cada minuto que pase junto es todo un privilegio.

—Te quiero Marcos, no sé qué me has hecho, pero ahora sin ti nada tiene sentido.

—Solo he sabido conquistarte y darte lo que te mereces mi amor, como tú me haces feliz.

Bajo las sábanas, dos enamorados volvían a probar el deseo, tenían tanta sed uno de otro que no dudaron en dejarse llevar por sus besos místicos, sus manos dejándose deslizar por sus curvas ardiendo de la misma fogosidad que le arrebataba.

Por la tarde, Eloísa se despedía de su tía Marta y su madre. Respecto a su abuelo aún no había ningún tipo de acercamiento. De momento prefería mantener las cosas tal cual.

Agarrados de la mano, Eloísa y Marcos se fueron para el aeropuerto rumbo a París.

Horas después, Lorena y Mariola junto a Emilio esperaban entusiasmadas la llegada de la pareja.

Un rato después, las tres hermanas por fin volverían abrazarse tras estar un par de semanas separadas. Las tres sonrientes, se contaban pequeños relatos de su vida. A continuación todos se fueron a cenar en uno de los tantos restaurantes que había con vistas a la Torre Eiffel.

A pesar de estar pasándolo bien junto a sus hermanas, Lorena sentía una pequeña pelusa de ver lo felices y enamoradas que se encontraban sus hermanas y ella estaba sola. Pareciese que su corazón estaba blindado, aún no había conocido el amor, tanto que cuando por la noche estaba sola pasea sus manos por sus brazos preguntándose cómo será la magia del amor.

Mientras tanto debería seguir imaginándoselo e intentar seguir soñando en que algún día ese deseo se le conceda.

Mientras Marcos se reunía con Samia por tema de un proyecto de un hospital, Eloísa había decidido ir al hospital con la intención de hacerle una visita a su hermana.

En su descanso para comer, Lorena y su hermana junto a su padre se fueron a comer juntos. Para Raúl era todo un placer poder estar con sus hijas pudiendo disfrutar de su compañía.

CONCÉDEME EL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora