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Después de acordarlo en pocas palabras, Stave se hallaba en la casa del chico amante de las estrellas, aunque no sabía si darle ese apodo, pues tenía el mismo gusto por el universo.

Estaba tenso, viendo de reojo el mobiliario del departamento ajeno, le habían explicado que era temporal hasta terminar sus estudios, pues vivía fuera de la ciudad.

De alguna forma pensar que se iría después de terminar las clases le deprimía, sensación que jamás sintió antes, por lo general no sentía tristeza cuando un supuesto amigo se iba.

Se arregló un mechón de cabello y se sobresaltó cuando Outer entró sin avisar, con dos tazas con un olor que conocía, café.

— No soy un fantasma. ¿Te gustaba el café con solo uno de azúcar verdad?

— Siento que me espías sabiendo tanto de mí.

Outer rió y el cuerpo de Stave al oírlo se estremeció, tomó la taza de café y probó un sorbo entre la abundante espuma.

— Está muy bueno.

— Después de tomar café como un aliado en la universidad uno ya conoce el punto exacto.

— ¿Por qué mejor no te vas a una cafetería? Te volverías famoso. Pff.

— Porque no tendría la oportunidad de cumplir mi sueño.  —Ambos se habían sentado en el sofá, el mayor había pasado una servilleta suavemente por el labio superior ajeno limpiando los restos de espuma, Stave tragó saliva, sintiendo su corazón dar un bombeo brutal ante su tacto.— Conocer todo sobre las estrellas.

Prefirió desviar la mirada y abrir sus cuadernos, no sabía como sentirse, como si esas palabras tenían otro significado, dejó sus cosas en la mesa de centro y rió nervioso.

— Pues ayúdame con los deberes, señor maestro de las estrellas.

Me gustas. | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora