12.

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Decidió entonces hacer un experimento; no iba a ganar nada si reflexionaba sobre su vida una y otra vez, o si trataba de ponerse en el lugar de otros, si antes de esas dos palabras no sentía por nadie mucho menos podría ahora tener empatia por alguno, no podía ser otra persona, debía que conocer por su cuenta lo que era sentir.

Pero toda valentía se iba al caño cuando estaba cerca de él, lo había pillado cuando menos se lo esperaba en un lugar no tan habitado por los estudiantes de la universidad, todos a esas horas estaban en la cafetería o en el pasto, ahora solamente estaba caminando por un pasillo cualquiera despejándose, no obstante su caminata se vio interrumpida por la presencia de Outer.

Le miró, ambos se miraron, y para evitar momentos incómodos, se sonrieron, Stave sintió derretirse aunque no sepa explicar cómo al ver sus dientes bajo sus labios, como en sus mejillas se formaban hoyuelos que lo estaba matando, su corazón bombeó sangre con más velocidad, sus piernas temblaban discretamente arruinando su orgullo en menos de cinco segundos.

— Hola, Stave.

— Hey, Outer.  ¿Qué hay?

— Nada fuera de lo normal, iba ahora al comedor a comprar algo de comer. ¿Vienes?

— Buscaba un lugar... a solas. 

— Oh, yo conozco un lugar, y es menos escalofriante que estar en un edificio cerrado. —Se llevó una mano al mentón y miró al fondo del pasillo desde la dirección del menor, las luces de unos pasos más adelantes comenzaban a fallar.

A Stave le incomodaba el parpadeo, justo tuvo que ver anoche una película de terror. 

— ¿Entonces existe un edificio abierto? 

— Sí, pero tiene otro nombre.

— ¿Cuál?

— Terraza. Aunque más bien es una interna, no tiene mucho encanto, pero es un lugar como condicionas. Sígueme. 

No tuvo otra que ir tras de él. 

Me gustas. | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora