U n o

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— ¿Cuál es tu nombre? — Traté de preguntar, aún con sus manos sujetando mi cuello.

— No te interesa. — Su voz era diferente. No era el típico ascento británico, ni irlandés que estaba acostumbrada a oír en New York.

Intriga. Eso sentía.

— Soy Sumin.

Ignoró mi nombre y me sentí con brusquedad en la silla de ruedas de mi escritorio.

Ví como tomaba la bufanda que había dejado junto a mí cámara y ató mis muñecas.

— No te atrevas a gritar — Asentí.

Empezó a mirar las fotos sobre la mesa mientras señalaba con su dedo índice cada una de ellas hasta que ví como tomo una entre sus dedos.

Era la foto del hombre misterioso.

— ¿Po- —Mi voz se cortó.

— Cállate — Demandó.

— ¿Porque robas mis fotos? — Ignore totalmente su demanda y él retrocedió a mí con la fotografía e s mano.

Pude notar - entre la oscuridad- que llevaba una tapabocas y una gorra negra con aros. Era él, el hombre misterioso.

— No sabes quien soy, ¿Verdad? — Negué con curiosidad.

No temia por mi vida, la verdad, en ves de miedo, me sentía un gato curioso.

Noté como se acercaba más a mi. Tomó mi mentón entre sus grandes dedos de su mano diestra y me hizo mirar sus grandes ojos cafés brillantes. Pude notar unos pequeños cabello color rojo salir por debajo de la gorra y caer perfectamente en su frente sudorosa y blanca.

— ¿Me dirás? — Pregunté con intriga y él rió ante mí insolencia.

— ¿No me tienes miedo? — Volví a negar.

— ¿Porque debería?

No respondió.

Solo me sonrió por debajo del tapabocas. Camino hasta la ventana por donde había ingresado a mi departamento y se detuvo antes de salir por esta.

— Pues deberías. — Me mostró como sus ojos rasgados formaban dos líneas en su rostro— Nos volveremos a ver, Sumin.

Y así desapareció por la ventana, en la oscuridad de la noche.

Dejándome unas inmensas ganas de volverlo a ver.


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