RED.

D i e c i o c h o

3 semanas antes de la boda.

— Tienes una figura muy bonita para ser una mujer asiática.

— ¿Gracias? — Traté de sonar un poco no ofendida.

Estaba en mi habitación midiendome uno de los tantos vestidos que Dietrich había mandando a comprarme para la boda. Específicamente, tendría que elegir tres vestidos, uno para la ceremonia, otro para la recepción y otro para el cambio de vestido. Yo estaba completamente en desacuerdo con todo, pero por la vida Han haría cualquier cosa. Y lo sé, suena muy estúpido y debería estar evitando a toda costa la boda, pero si Dietrich prometía no poner ni un dedo sobre Han, para mí estaba bien. Aunque ya había perdido mis esperanzas de ser rescatado por el pelirrojo, yo solo quería que él estuviera bien.

Y creo que de eso se trata el amor, pensar más en el bien de la otra persona que en el propio.

Yo estaba enamorada de Han, y me hería no haber sido rescatada por él. Por qué, vamos, eso era lo que yo quería salir de aquí y ser feliz con mi pelirrojo favorito, declararme y si no me correspondía estaba bien, pero solo quería él supiera mis sentimientos, los que poco a poco empecé a desarrollar en sus múltiples visitas, sus abrazos inesperados, sus miradas intensas y su cabello rojo perfectamente cuidado con un olor particular a cerezas y lavanda.

— ¿Cómo van señoritas? — La voz de Dietrich se hizo presente cuando terminaba de cambiarme con un short y un camisón gris.

— ¿Que quieres? — Ataqué, no quería verlo ni en pintura.

— ¿Te levantaste de mal humor, amor? — Él se acercó y depósito un beso en mi mejilla. Oh claro, tenía que actuar como un esposo ejemplar frente a la diseñadora, dejándome a mi como la novia terriblemente irritante y arisca.

— Para nada, cielo. Solo estoy agotada— Traté de sonar un poco mejor para seguir con su pésima actuación. Pero vaya que me asqueaba todo esto.

— Cariño, ¿Podrías acompañarme a mi oficina? — Irritada, asentí para luego seguirlo hasta su oficina.