D i e c i s é i s

7 3 0
                                    

Semana 3.

Otro torturosa semana dentro de la mansión del señor “sin cerebro” Hawk. Todos los días Ness entraba a mi habitación para traerme mi comida y para contarme lo poco que escucha en la reuniones de Dietrich y sus socios. Y porque lo que ella me decía todo iba mal, muy mal. Dietrich seguía con el pensamiento del matrimonio conmigo, ¿Pero porque hacía eso? Era su secuestrada, no su prometida.

— Señorita Trainor, el señor Hawk quiere verla en su oficina — Kirk entró a mi habitación sin llamar a la puerta, mientras Ness recogía un poco el desorden de la habitación y yo estaba en el sillón viendo mis caricaturas favoritas.

— ¿Para qué?

Yo devoraba un trozo del pastel de chocolate que Ness había preparado para mí. Vaya, si se disfrutaba.

— Solo vaya.

Irritada, dejé que Kirk me escoltará a la oficina de Dietrich. Pero claro, yo no iba a dejar mi trozo de pastel a que las moscas lo devoren por mi, así que lo lleve en mi mano.

Al momento de entrar en la oficina, ví que todo era muy elegante para mí gusto. Tapizado en alfombras negras y habían sillones de cuero, en el fondo un mini bar con todo tipo de licores, estantes con libros viejos y por último, el escritorio del imbécil de Dietrich Hawk.

— ¿Querías verme? — Pregunté mientras daba un mordisco al trozo de pastel en mi mano.

— ¿Podrías sentarte?, por favor — de mala gana me senté en la silla de me había acercado Kirk, y crucé mis piernas. — Sumin, te llamé para proponerte algo.

— No. — Respondí antes de que dijera otra palabra más, sabía por donde iba todo esto.

— ¿Me dejarás hablar? — Trató de ser paciente conmigo y mi rebeldía.

— No. Ni loca.

— Hablaré de todo modos, niña malcriada. — Fruncí mi ceño y tiré las migas el pastel en la alfombra. Solo quería molestar a Dietrich.

— Como quieras — Contesté felizmente, mientras él me miraba amenazante.

— Por tus intentos de escaparte, he notado que no quieres esta aquí-.

— Oh vaya, pero que listo, señor sabe lo todo — Lo interrumpí para luego reírme en su cara.

Gruñó a lo bajo y masajeó su sien estresado. — Lo que decía era que si quieres salir de aquí, te tengo una propuesta. — Está vez no lo interrumpí y solo lo deje proseguir — Cásate conmigo, Sumin.

— No. Me niego. Un retundo no.

Ví como mi rechazo lo había afectado. Sus ojos se oscurecieron con enojo, y sus puños se apretaron sobre el escritorio.

— No fue una pregunta, fue una afirmación. Serás mi esposa, quieras o no. — Su voz se hizo potente y me hizo estremecer con un poco de miedo— ¿O quieres que Han muera por tu culpa?

Y aquello me dejó completamente helada.














RED.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora