V. Me gustaría mucho que fuera contigo

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Sábado 1 de marzo de 2014

Alice

Caminé hasta el salón aún somnolienta y estiré mi cuerpo cuanto entré en éste, con mucha teatralidad y sin dejar de bostezar, intentando hacerle ver a mi prima que estaba agotada. Rio a carcajadas ante mi gesto, mientras aún andaba hacia ella, y terminé por sentarme a su lado.

— Buenos días, bella durmiente.

— Buenos días —bostecé, de nuevo.

Había decidido pasar esa noche en su casa, por mantener una tradición -dormir juntas siempre que pudiéramos- que no debía perderse, pero empezaba a arrepentirme. Realmente estaba muy cansada y la sola idea de tener que regresar a mi dulce hogar me martirizaba.

— ¿Te has dado cuenta de la hora que es?

Negué con la cabeza y dirigí mi mirada hacia el pequeño reloj decorativo que tenía encima de uno de los muebles. La una y diez minutos de la tarde. Probablemente, Perrie ya había comido.

— ¿Qué pasa? Tenía sueño.

— No hace falta que lo jures.

Cambió de canal en la televisión y decidí tumbarme todo lo larga que era en el sofá, apoyando la cabeza en sus piernas. La acarició con cariño y sonreí ante ese gesto.

— ¿Qué planes hay para hoy? —Pregunté, con inocencia.

— Ah, ¿quieres hacer planes conmigo? —Respondió a mi cuestión con otra llena de sorpresa—. Con lo quejica que estabas ayer...

Dio un par de golpecitos en mi frente y protesté.

— Siempre quiero hacer planes contigo, tonta. No sé cómo tienes el valor de decir eso —fingí molestia, consiguiendo que retomara los mimos en mi cabello—. Ayer estaba cansada y lo que menos me apetecía era que me arrastrases a una fiesta.

— Pues lo hice —incliné la cabeza hacia atrás y comprobé cómo sonreía satisfecha—. Y hoy también lo haría, pero no quiero que me acabes odiando.

Me incorporé al instante, sin poderlo evitar, y me observó extrañada por mi repentino movimiento.

— ¿Hoy también hay fiesta? —Pregunté, con rapidez.

Y quizá con demasiado énfasis.

— Los chicos iban a salir, sí. Pero, tranquila —me hizo un gesto con las manos, incitando a la calma, probablemente malinterpretando mi reacción—. No tengo pensado obligarte a ir. Podemos quedarnos en casa y ver una película. O salir al cine. Hoy eliges tú.

Tanteé las diferentes opciones durante varios segundos, aun teniendo claro que ese proceso de selección no llevaba a ninguna parte. Volver a encontrarme con Louis se había convertido en algo demasiado tentador como para rechazarlo. No importaba cuáles fueran las alternativas restantes: todas saldrían perdiendo. Apenas había dormido, pues sus ojos acudían a mí siempre que cerraba los míos, y entonces me encendía de nuevo.

Quería más. Quería volver a verle.

— En realidad... no me importa —carraspeé, simulando indiferencia.

Perrie pestañeó, incrédula.

— ¿El qué?

Me encogí de hombros.

— Salir de fiesta con los chicos —sus cejas se enarcaron y sus brillantes ojos azules me examinaron como si no encontrara explicación alguna a mis palabras—. ¿Qué? Deja de mirarme así.

— ¿Qué pasa, te gusta alguno de ellos?

Mi organismo recibió la orden de no alterarse ante aquella pregunta y supliqué por que mi sangre no inundara mis mejillas y las diera un color revelador. Supliqué para no sonrojarme, pero fue inútil.

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