XLI. Historia de amor

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Sábado 12 de abril de 2014

[Punto de Vista Alice]

Me aparté de un salto de la vitrocerámica mientras Louis reía a carcajadas ante los chispazos de aceite caliente que estaban saliendo disparados de la sartén. Llevaba una manopla en su mano derecha y controlaba con ella las patatas fritas que se estaban friendo de una forma extraña.

- Oye, cocinitas, creo que no lo estás haciendo muy bien, ¿eh? -Lo empujé suavemente, provocando una sonrisa en él que me resultó de lo más hermosa.

- ¿Qué culpa tengo yo de que esta sartén sea radiactiva? Las patatas van a salir de ahí con ácido.

Carcajeé y me acerqué a él de nuevo, olvidándome de que podría resultar incluso quemada si alguna de esas gotitas de aceite caía en mi piel. Apoyé la cabeza en su brazo izquierdo y al segundo sus labios estaban sobre mi pelo, dejando un pequeño beso en él que terminó por convertirme en la persona más dichosa del mundo. Quería conservarlo a mi lado siempre de esa manera, relajado y sonriente. Cariñoso y divertido.

Me sobresalté cuando llamaron al timbre. Por unos segundos había tenido la sensación de que nos encontrábamos solos en el mundo y la constatación de que había alguien más, que además estaba esperando que le abriera la puerta, fue casi doloroso.

- ¿Por qué siempre estás tan solicitada? -Cuestionó, cuando ya me alejaba de su lado.

- Porque soy maravillosa -respondí, de buen humor.

- Y luego soy yo el ególatra -lo escuché murmurar, ya a unos cuantos pasos de mí.

Caminé con una sonrisa hasta la puerta, sin tener claro quien podría estar detrás de la madera. En teoría, Chloe debía estar ya en la fiesta que mi prima había organizado, así que eso dejaba fuera de juego a mis dos visitas habituales sin contar con la que ya estaba en mi cocina preparando la que sería nuestra cena.

Fue Perrie quien finalmente apareció ante mí. Dejé la puerta semiabierta, sosteniendo aún el pomo, y la miré extrañada. No tenía por qué estar allí y no podía adivinar los motivos de su visita teniendo en cuenta que estaba perdiéndose una fiesta que ella misma había promovido.

- ¿Hola? -Convertí el saludo en una pregunta, por la incredulidad que estaba sintiendo.

- ¿Por qué me dices hola como si no acabaras de creerte mi presencia? -Preguntó, ladeando la cabeza-. Sólo quería saber cómo estabas, ¿te resulta raro?

Sacudí la cabeza.

- Creía que estabas en la fiesta, no me esperaba tu repentina visita -aclaré-. Y estoy bien, gracias por preocuparte -sonreí, sinceramente-. No tenías que haber venido, con una llamada te hubiese demostrado lo bien que me encuentro.

- No he venido sólo a verte -aclaró-, he venido a llevarte conmigo.

- Eh... -no fui capaz de articular una auténtica palabra con sentido-. Mmm...

Puso los ojos en blanco y entendí que lo entendió.

- Está Louis aquí, ¿no?

- Sí -reí. Crucé el umbral hasta que quedé más cerca de ella y me mordí el labio inferior-. Se ha quedado conmigo -susurré-. Quiero decir, podía elegir y se ha quedado conmigo.

Intenté explicarle como bien pude, sin entrar en demasiados detalles, la decisión que mi chico de ojos azules había tomado unos cuantos minutos antes. Una decisión muy simple que me había convertido en una persona afortunada. Louis me había elegido.

- Oh, Alice, odio la ilusión que hay en ti -protestó, con mala cara.

- Señorita -una tercera voz se unió a nosotras y me giré para observar a Louis apostado en la mitad del pasillo, a un par de metros de la puerta-, vuelve usted a estar solicitada.

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