XXXVI. A cada paso que daba sin él

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Martes 8 de abril de 2014

[Punto de Vista Alice]

- Venga, dormilona, arriba...

Una dulce voz de sobra conocida me hizo querer abrir los ojos y di media vuelta en el colchón, siguiendo esa llamada. Elevé un brazo como si de esa forma esperase tocarle y me ofreció su voluntad al instante, colocando mi mano sobre su mejilla y presionándola con una de las suyas. Sonreí y abrí un ojo al que fue mi segundo despertar al lado de Louis.

Para mi sorpresa, él ya se encontraba vestido de cintura para abajo. No pude reprimir un bostezo y me cubrí la boca cuando éste ya había dado inicio. Louis se sentó en la cama, a mi lado, y lo miré aún tumbada y somnolienta. Todo mi cuerpo estaba agarrotado y me di cuenta de un detalle: mi manta preferida, fiel compañera en mis ratos de sofá, escondía parte de mi cuerpo. ¿Louis me había arropado? No podía ser más tierno.

- ¿Qué hora es? -Pregunté, sin librarme del atontamiento típico de una recién levantada.

- Las ocho menos cuarto.

- ¿¡QUÉ!? -Me incorporé de un salto, quedando a su altura, y emitió una carcajada preciosa que hizo que sus ojos se achinaran. No quise perderme en esa bella imagen y bajé los pies de la cama-. ¡Es tardísimo!

- Tranquila, tranquila -colocó su mano en mi espalda y lo miré-. Te llevo yo a la librería, por eso te he dejado dormir más -se inclinó hacia mí para besar mis labios y apartó el pelo de mi cara-. Te he preparado el desayuno.

- ¿En serio? -Soné demasiado incrédula.

- En serio.

Enrollé mis manos en torno a su cuello y le devolví el beso que me había dado segundos antes, con algo más de fervor. Me aproximé todo lo que pude a su figura y mordí su labio inferior, tirando de él con cuidado.

- Mmm... creo que voy a pedirte que duermas todos los días conmigo si eso implica un rico desayuno a la mañana siguiente -jugueteé con mi nariz por su rostro y pellizcó mi muslo derecho, a modo de protesta por mi comentario.

Me levanté de la cama sólo para sentarme sobre él de inmediato, a horcajadas, como su posición me permitió. Colocó sus manos en mis caderas y mi zona íntima me aseguró que el incidente de la noche anterior estaba ya completamente olvidado. Lo quería todo de él.

- Alice, no me enciendas...

Reí.

- Claro que quiero encenderte. Siempre quiero encenderte.

- No, ahora no.. vamos.

Se incorporó arrastrándome con él a regañadientes. Eché la cabeza hacia atrás, desesperada por su negativa, mientras él se dedicaba a colocarme su camiseta, que aún llevaba puesta, evitando, imaginé, que viera algo en mí que pudiese encenderlo. Caminé hasta la mesilla de noche, cogí mi móvil e inspeccioné por encima lo que tenía. Quité el silencio, entendiendo que ya estaba disponible para cualquiera. Louis cogió mi mano y juntos caminamos hasta la cocina.

Había hecho tortitas. Tortitas de chocolate. La boca se me hizo agua en cuanto las tuve cerca y su delicioso aroma se hizo dueño de mi ser. Dirigí una última mirada hacia Louis, que contemplaba orgulloso su creación, y me dispuse a darme un gran festín de comida.

Nos acercamos a la mesa, donde había dejado dos tazas de leches, dos vasos de zumo y un par de bollos, también de chocolate, que había encontrado rebuscando entre los cajones. En un tazón de considerable tamaño había colocado con cuidado cuatro fresas, con nata, que parecían estar gritando “cómeme”.

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