VIII. ¿Eso es humillante?

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Martes 4 de marzo de 2014

Alice

Me besó de nuevo y la corriente de electricidad más grande que había experimentado nunca me recorrió de abajo a arriba en milésimas de segundos. Estaba indefensa ante él, ante sus evidentes armas. Ante sus labios. Ante sus ojos, que volvían a abrirse buscándome.

– Sigo esperando una respuesta...

Sus palabras fueron un susurro y me esforcé mucho por seguir manteniendo el ritmo de respiración normal. Volví a cerrar los ojos, avergonzada por mi insoportable debilidad. Avergonzada porque mi muestra de orgullo se había quedado en un intento. No quería que se fuera y no sabía de que manera decirle que se quedara sin que pareciera una completa rendición ante él.

Sus labios siguieron moviéndose despacio sobre los míos y sus manos comenzaron a deslizarse por mi espalda, con delicadeza pero con intensidad, con lentitud pero con seguridad. Sin apenas darme cuenta de qué hacía, alcé mi brazo izquierdo y lo apoyé en su nuca, tratando de juntarlo más a mí. Sentí su sonrisa bajo mi boca y se separó de mí de inmediato.

– Alice... –Besó mis labios. Una. Dos. Tres veces–. No quieres que me vaya.

Izó mi cuerpo por los aires y no necesito mi aprobación, tampoco mi consentimiento, ni siquiera una temida rendición: caminó conmigo sobre él hacia mi habitación.

No quise detenerme a pensar qué estaba haciendo. Sabía que debía obligarme a mí misma a detener aquello. Sabía que tenía que poner un punto y final por su anterior e insoportable comportamiento. Sabía que su orgullo sólo aumentaría después de aquello. Sabía que no era mucho más que una muñeca en sus manos. Sabía tantas cosas... que preferí olvidarlas. Me abracé a él y dejé que sus labios se apoderaran de los míos y me abrasaran.

Me dejó a los pies de la cama y no necesitó más de treinta segundos para desprenderse de todas las prendas que cubrían la parte superior de mi cuerpo, mientras me miraba como sólo él me había mirado a lo largo de mi vida. Me estremecí ante aquello. Sin ser demasiado diferente a todos los hombres que habían pasado por mi vida, era completamente distinto. Aquella forma de mirar, de besar, de desnudarme, incluso de susurrar mi nombre. Como si supiera qué hacer exactamente en cada momento. Como si hubiera practicado durante años aquello hasta alcanzar la perfección.

Se mordió el labio inferior cuando me contempló semidesnuda y con un simple movimiento me tumbó en la cama y se colocó sobre mí.

– Si quieres que me vaya, es el momento de decirlo.

Todo lo que obtuvo por mi parte fue un gemido. Me obsequió con una de sus mejores sonrisas e inclinó su rostro hasta mi cuello. Depositó suaves y húmedos besos sobre él mientras sus manos se aferraban a mis muslos como si estuviera aferrándose a la vida. No me permitía moverme, pero lo cierto era que tampoco lo deseaba.

– Louis...

Su nombre salió de mi boca cuando su lengua comenzó a trazar círculos alrededor de mi pecho izquierdo y se detuvo. Abrí los ojos para observar cómo me miraba satisfecho.

– ¿Quieres algo, preciosa?

Cambió su postura y se acomodó sobre mí, con su semblante a la misma altura que el mío. Lo atrapé induciéndolo a que me besara. Sus manos patinaron por mi cuerpo hasta que se posaron sobre mis pechos, que querían mucho más, y me agité de nuevo.

– Verte así es lo mejor que le puede pasar a un hombre –musitó.

Jadeé ante sus palabras y atrapé sus labios. Tanteó el botón de mis pantalones y lo desabrochó sin necesitar ningún tipo de permiso. De manera inesperada, introdujo una mano por él y la posó sobre el pequeño trozo de tela que cubría mis partes más íntimas. Sentí cómo su dedo índice dibujaba figuras imaginarias y arqueé la espalda ante su contacto.

More than this | Fan-fic de Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora