X. Creo que somos muy parecidos

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Sábado 8 de marzo de 2014

Chloe

– Así que está decidido, vas a contárselo.

Sostuve entre mis manos un precioso vestido azul marino mientras me miraba en un espejo que se encontraba en medio del Springfield. Según me había dicho Alice, era su lugar favorito para probarse mil prendas de ropa y después no hacerse con nada; quería comprobar qué se sentía haciendo aquello, aunque era probable que acabara llevándome algo conmigo.

Coloqué el vestido sobre mí, cubriendo mi figura por encima e imaginando el efecto que podría tener en mí si realmente lo llevara puesto.

– Pruébatelo. Te va a quedar genial. ¡Vamos!

Cogió mi mano y, antes de que pudiera protestar, fui arrastrada hasta la zona de los probadores.

– ¿Tú no piensas ponerte ni un triste pantalón? –Pregunté, advirtiendo que Alice no había prestado un mínimo interés hacia las prendas que nos rodeaba.

Me miró con gesto serio y corrió la cortina que correspondía con el primer cuarto de esa pequeña sala.

– Entra y pruébatelo –ordenó, ignorando mi pregunta.

– Vale, sargento –hice lo que me pidió sin rechistar–. Entonces, ¿se lo vas a contar?

Escuché cómo suspiraba desde el otro lado.

– He quedado con ella para cenar esta noche. Supongo que acabaré durmiendo en su casa, es una costumbre que siempre hemos tenido, así que si no es hoy, será mañana.

– Mejor hoy.

Me coloqué el vestido adecuadamente y eché un vistazo al espejo que me devolvía mi propia imagen. Enarqué una ceja. No me gustaba nada. No tenía cuerpo para lucir esa clase de vestidos. Estaba convencida de que Alice se vería mucho mejor que yo con él.

– Sé que tengo que hacerlo pero de repente me siento muy cobarde –continuó Alice, ajena a la tortura a la que me estaba sometiendo–. Todavía no se me ha ido del cuerpo el miedo que Louis ha creado en mí. Está convencido de que va a matarlo.

– Va a hacerlo –aseguré, girando sobre mí misma.

Seguía sin gustarme.

– ¿Tú crees? No importa –se respondió a sí misma, al instante–. Sal, ¡quiero verte!

Tomé aire. Ese tipo de situaciones me daban una vergüenza más que considerable pero sabía que Alice insistiría hasta la saciedad para conseguir lo que quería. Así que aparté la cortina y dejé que nos encontráramos frente a frente. Aproveché para mostrarle mi mejor mueca de desagrado

– Sí, va a matarlo –comenté retomando el tema de conversación anterior, en un vano intento por quitarle importancia al hecho de que llevaba media hora haciendo un pase de modelos para ella.

Pareció no escuchar mis palabras. Avanzó hasta donde estaba y sujetó el borde del vestido, arreglado con un ligero vuelo, sin llegar a convertirse en volantes.

– Es precioso, Chloe.

– Claro que lo es, lo que falla es mi cuerpo.

Su mirada consiguió taladrarme.

– ¡Atrévete a repetir eso! –Exclamó, cerrando un puño en alto; algo que, por supuesto, me hizo reír.

Apoyó sus manos en mis hombros y, sin previo aviso, me empujó hacia adelante y comenzó a guiar mis pasos. Salimos de ese pequeño cuartucho a gran velocidad y dirigió mis movimientos hasta que quedamos frente al espejo que ya habíamos visitado con anterioridad. Soltó mis hombros, se colocó a mi lado y tendió una mano hacia adelante, instándome, imaginé, a que observara mi reflejo.

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