Black roses

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El día era lluvioso y Frank Iero se encontraba en un funeral, no era de nadie que él considerara especial, solo estaba ahí por su madre, quién había sido muy amiga del fallecido por lo tanto ella lloraba mares. Mientras que el chico punk de 17 años giraba los ojos y hacía como que no estaba ahí. Se separó un momento de su madre, estaban en un establecimiento, velando al muerto, después de eso sería enterrado en un cementerio cerca de allí. Busco la salida del lugar y al ver que la lluvia no era tanta, simplemente unas gotas ya, sacó un cigarrillo Malboro de dentro de su bolsillo, su traje negro lo hacía ver guapo, incluso para un funeral. Después saco un fino encendedor que le había regalado un primo suyo y comenzó a fumar, con calma, llenado sus pulmones lentamente y lo sacó, jugando con el humo, siendo parte de él.
—¿Tienes otro?, o ¿lo compartimos? – dijo un chico a su lado, Frank se asusto por unos segundos, estaba demasiado concentrado como para notar la presencia del chico.
—Hombre, me asustaste. Toma. – Frank le dio su cigarrillo, y observó al chico bien. Llevaba un traje negro también, tenía ojos verdes, nariz pequeña, labios rosas, cabello negro, piel pálida y se veía tersa.
Era un chico bastante guapo.
Lo vio jugar con el humo.
—Gracias, enserio necesitaba un poco. Soy Gerard, ¿y tú? – dijo el chico devolviendo el cigarrillo al castaño. El punk tenía un mocaico, y eso lo hacía ver interesante.
—Frank, y de nada. Yo también lo necesitaba, mi madre esta destrozada. – comentó.
Gerard rió un poco.
—La muerte apesta. – dijo simplemente. Los dos se sonrieron.
—Pero al final todos tenemos que morir. – respondió Frank. El peli negro solo asintió.
El menor sacó otro cigarrillo, y lo encendió pasándoselo a el chico a su lado.
—Mierda, mira lo que es la vida, todo se acaba y todos vivimos por sobrevivir, y ¿para qué? Para morir. – dijo el de ojos verdes, se veía algo enojado.
—Al menos puedes disfrutar lo pequeña que es tu existencia. Ya sabes cómo comer, escuchar música, ver televisión, tocar un instrumento, tener sexo...– el castaño planeaba continuar pero fue interrumpido por Gerard.
—Exacto, tener sexo, podría tener sexo con millones de personas y no va a importar porque me voy a morir tarde o temprano. – dijo, como si una idea se le hubiera cruzado por la mente.
—Bueno si, pero ¿Qué tal que te transmiten una infección? – dijo Frank sin prestar mucha atención. Seguía fumando y sacando humo como locomotora.
—¿Tienes una infección? – preguntó el peli negro de vuelta.
El punk se sobresaltó, si era lo que pensaba, sería lo más loco de su vida.
—No, pero ¿por qué preguntas? – dijo haciéndose el tonto.
Gerard lo miro sonriendo, y le tomó la mano. Entraron de nuevo al establecimiento pero se fueron por una dirección diferente. Entraron a un pasillo, donde estaba todo solo, Frank se dejaba guiar, la verdad es que no le importaba mucho.
—Bingo. – dijo el de ojos verdes. Arrastró al castaño a un cuarto pequeño donde solo había un sofá, y unas mesas. Parecía ser la bodega de la funeraria.
—¿Y ahora qué? – preguntó Frank. Pero en vez de una respuesta, recibió los labios del peli negro. Eran suaves como había pensado. Puso las manos en la cara del mayor, era tan suave, él tenía sus manos en el trasero del castaño. Disfrutaban de ese beso. Gerard lo arrastró hasta la puerta y lo recargo ahí, con una mano puso el seguro, así nadie entraría a interrumpir.
—Vamos al sofá Frankie. – susurro en su oído. Los dos se sentaron, solo que Gerard estaba arriba del menor. El chico punk pasaba sus manos por todo su cuerpo.
El peli negro sintió como estaba de duro el chico que acaba de conocer, y el también lo estaba, por lo tanto comenzó a frotarse. Sus besos callaban los gemidos de uno y del otro, tenían una pelea de lenguas, los pantalones ya empezaban a estorbar. Fue la primera prenda que se quitaron, después el saco y las corbatas. Los zapatos volaron y estaban casi desnudos.
Frank tomó el miembro del mayor por encima de la tela, y después lo beso, y lamió por todas partes, finalmente metió su mano dentro del bóxer. Lo tomó y comenzó a masturbarlo, le fascinaba la cara que tenía el muchacho, abría su pequeña boca, y cerraba los ojos, después se mordía los labios para no gemir tan fuerte.
—Mmmh Frankie...– jadeo Gerard, sintiéndose en la luna, con aquel sentimiento de ser complacido.
El castaño no lo dejó terminar, pues quería hacerle muchas cosas más al mayor.
Gerard ahora estaba sin bóxer y Frank también. El punk metió sus dedos en la boca del ojos verdes, este comenzó a chupar y lamer, lubricando para después recibirlos en su interior.
Al primer dedo de Frank, soltó un gemido pequeño, al segundo por los movimientos del punk, estaba jadeando y gimiendo intensamente.
—¿Te gusta Gee?, ¿quieres algo más grande?
—Oh Dios, vamos, Frank.
El castaño sonrío y saco sus dedos para introducirse dentro del peli negro.
Los dos soltaron un estruendoso gemido, y comenzaron a besarse al ritmo en que Gerard se movía encima de Frank.
—Mierda, Gerard estás tan apretado. Me encanta. – gruño el castaño, soltando una nalgada en el trasero del otro. Gerard se encendió más y comenzó a moverse más rápido, besando al castaño de manera más brutal, mordiendo su labio.
—Ah. Frankie, estás tan grande. – gimió. Excitaba al castaño la manera en que sus expresiones faciales cambiaban, tenía su boca abierta por lo cual le metió dos dedos, el peli negro comenzó a lamerlos al mismo tiempo que se movía. Abrió los ojos para ver al punk, directamente a los ojos, siempre en el sexo el verse, lo hacía más malditamente excitante.
Sus estómagos tenían esa sensación de cosquilleo cuando sabes que el orgasmo está por venir.
—Me voy a venir. – gimió Gerard.
El castaño tomó el miembro del peli negro, masturbándolo rápidamente haciendo que se corriera. El líquido cayó en la cara del castaño, quien tomó al de ojos verdes por las caderas y lo acostó en el sofá, comenzando a penetrarlo más fuerte.
—Mierda Gerard, tócate, tócate para mí. – le pidió y este obedeció enseguida.
—Frankie, mmmh, ¡Frank!
El castaño se vino e hizo que el mayor lo hiciera por segunda vez.
Salió lentamente de Gerard, y se sentaron. Sus respiraciones estaban descontroladas.
—Y ¿tú qué eras del fallecido? – preguntó Frank por mera curiosidad.
—Era mi padre.
—Oh...
—Si...
Comenzaron a vestirse.
Se despidieron y se dejaron sus números para encuentros casuales.
Y todo fue en un funeral.

$$$
¿Qué pedo morras?
¿Cómo estás?
Yo estuve enferma pero ahora me siento de huevos, y espero que les haya gustado esta mierda.
Recibo sugerencias ya saben. (Aunque no las use) pero me inspiran. Bueno bye lots of love.
La mary

frerard ☼ smutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora