Uzziel

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Durante los siguientes días, conocí a los otros miembros con sus distintas habilidades e historias. Curiosamente, ninguno procedía de la luz. Por ese tiempo, no vi ni a mi padre ni a Mebahel desde el descontrol de la oscuridad. Él no contestaba cada vez que aporreaba la puerta, aunque oía unos murmullos. Algo le ocurría.

—¿Padre? Abre, por favor. ¿Qué pasa?
—Uzziel... -contestó mediante jadeos ahogados—. Pronto seré consumido por la locura, pero te prometo que usaré el gran poder para el bien...
—¿De verdad? —. Me aferré a la puerta para escucharle mejor.
—Sí... Ahora déjame solo.

Di la vuelta y fui a mi habitación. Justo allí, hallé a Mebahel. Parecía triste, cambió de cara cuando le saludé.

—¿Dónde has estado? Creía que no volverías.
—No te preocupes, he estado haciendo unos recados importantes. ¿Ya hablaste con los otros miembros?
—Sí, pero... Amón no está bien, lleva días sin salir de ahí y dice cosas extrañas.

Ella suspiró y puso su mano en mi hombro.

—Tranquila, se recuperará. Te veo cansada, ve a la cama y si te apetece entrenamos, ¿vale?

Su sonrisa siempre me confortaba, al igual que ocultaba algo. No quise molestarle, y sin querer, se escapó de mis labios la promesa del líder. Ella no se detuvo ni dijo nada al respecto. ¿Tal vez supiera qué pasaba? La tristeza vino a mí. Me tumbé en la cama, meditando acerca de esto. Sin querer, me quedé dormida. Nadie me despertó, aunque parecía haber tenido una pesadilla. Desde que estaba aquí, no lograba memorizar los sueños y la luz se desvanecía.
Salí de la habitación y fui a aquella sala horrible mientras el resto de los miembros dormían. Repetí el ritual tal como lo hizo Mebahel.

—No me hagas daño, por favor.

Esa misma sombra volvió a aparecer, aunque fue tomando una forma distinta que cuando me envolvió.

—No pretendía hacer eso —respondió. Su voz era más madura de lo que imaginaba. Todo en la sombra era negro excepto sus ojos rojizos. De su cabeza salió una larga coleta y creó unos brazos para agarrar mis manos con las suyas—. Yo no soy mala si tú no quieres. Cuando nos vimos por primera vez, pensaste que era un ser malvado.
—Perdona... Tenía miedo.
—Lo sigues teniendo, pero no por mí. Noto lo que sientes en tu interior.
—Últimamente mi alrededor está tenso y no quiero que lo de antes cambie.
—No todo dura para siempre. Uzziel. La desgracia se acerca y debes estar preparada. Seguramente no te han enseñado a luchar, ¿verdad? Ni posees un arma.
—Mebahel iba a...

La oscuridad me dio un bofetón.

—Ella está demasiado ocupada, si piensas eso no conseguirás nada.
—Pero... —. Solté un pequeño sollozo.
—Yo lo haré. Confía en mí. Quédate aquí, te traeré una cosa.

La desconocida se deslizó fuera de aquí y volvió con dos círculos de metal.

—Si pudieras pedir un deseo, ¿cuál sería?
—¿A qué viene esa pregunta? Me... gustaría proteger a los que quiero.
—¿Eso? Pensaba que lo harías más egoísta. Entonces, he acertado. Ponte esto en las manos. Son dos escudos, que, aunque parezcan pequeños, forman la mayor protección.

Mi nueva arma se transformó en una marca que tenía pintada en la piel.

—Cada vez que los quieras usar, aparecerán.
—¿Con esto sabré luchar?
—No, pero podrás protegerte. ¿Confías en mí?
—Eso creo. Acabamos de conocernos.
—Tú confías en esa tal Mebahel y no sabes nada de ella. ¿Crees que ella te cuenta porqué te está evitando? Tu amiga no está contigo, así que yo lo estaré. Seré la espada, y tú el escudo.
—¿No me abandonarías nunca?
—Jamás.

La sombra abrazó mi cabeza en forma de consuelo.

—No te preocupes, cuando estés mal, yo te alegraré. Si estás débil, seré tu fortaleza y la protección. Te lo prometo.
—¿Y no tienes nombre?

El ser estuvo pensando durante un rato y negó.

—Te llamarás Paradise.
—¿Paraíso?
—Sí —. Escuché unos pasos por los pasillos—. Debería irme.
—No hace falta, ya te dije que estoy contigo, el ritual no es necesario. Podemos hablar cuando quieras, incluso en tus pensamientos.
—¿De verdad?
—¡Claro!

Alguien me estaba llamando, parece que había reunión muy importante de la organización. Paradise desapareció y fui rápidamente hacia allí. Nos pusimos en círculo y dejamos hablar al líder, mi padre.

—Queridos miembros de la organización, debo anunciarles que pronto, nuestro plan será ejecutado. Los de la luz sabrán el poder de la oscuridad, ¡y pagarán por su cometido!

Todos gritaron de alegría menos Mebahel y yo.

"Te ha estado mintiendo todo este tiempo, está enfermo" —oí de Paradise.

—Por desgracia, cuando mi investigación va dar su fruto, un traidor intentará impedir que por lo que hemos luchado y deseado se arruine. ¡Entre nosotros, sí, hay un traidor! Y lo descubriremos ahora mismo.

"Esto no suena nada bien... Tu querida amiga acaba de desaparecer".

Nos miramos unos a otros notando la presencia de uno de los miembros. Mebahel se había ido. ¿Dónde estaba? ¿Cómo se podía ir sin que nadie lo notase?

—Parece que nadie va a hablar, por lo tanto... Os mataré uno a uno hasta que salga —. Sonrió. Ascendió uno de sus brazos y comenzó a torturar a cada uno de nosotros sin llegar a mí.

Sus gritos, súplicas, llantos... ¿Qué estaba pasando? La propia oscuridad, la que les acogió, eran su final.

—¿Y tú, hija mía? ¿Sabes dónde está el traidor?
—Aunque lo supiera, jamás se lo diría a un mentiroso.
—Conque esas tenemos... Una pena, podrías haber disfrutado de la destrucción y creación de un nuevo mundo... ¡DESAPARECE!

"¡Ahora! ¡Junta tus manos!" —avisó Paradise. Cuando lo hice, los escudos formaron uno más grande repeliendo el ataque de locura de mi padre.

—¿Qué es esto? ¿Cuándo?

Mi sombra salió tras mis espaldas con una katana de hoja de larga distancia.

—Para muchos, la oscuridad te lleva a la desesperación, pero para ella... Soy su salvación y no permitiré que le hagas daño —dijo desafiante empuñando su arma—. ¿Lista para luchar, Uzziel? 

Traitor Angel(#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora