Uzziel

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Lo podía ver, era la oscuridad llamándome, gritando mi nombre. Solo había dado un paso al cambio de mi vida sin saber qué hacer ni decir. Antes mis ojos estaba ese desconocido de ropa negra, ofreciéndome su mano.

—Ven...

La tomé y tiró mi cuerpo traspasándole, transportada a otro lugar. Tenía miedo, mucho por dónde estaba. Mi corazón ya no latía y mi piel comenzó a blanquearse. ¿Qué me estaba pasando? Grité de la desesperación sin saber que eran alucinaciones. Mis ojos lloraban sangre y cabellos caían.

—¡No! ¡DÉJAME! Haré lo que sea... No quiero sufrir como allí...
—¿Cualquier cosa? ¿Lo destruirías todo?
—Sí... Por favor...
—Despierta entonces.

Y pasó, me levanté acostada en una cama, acompañada de alguien. Tenía el pelo gris largo, ojos azules muy brillantes y lo poco que podía ver era horripilante.

—Parece que no has cambiado con la transformación. Has visto ilusiones por el gran cambio. Ya no posees luz en tu interior, por eso ya no respiras y ningún órgano es necesario que funcione.
—¿Es como estar muerto? ¿Dónde estoy?
—El reino de la Oscuridad, hogar de nuestra organización. Viniste sufriendo y alucinando antes de tiempo, impresionante, eres un gran hallazgo en la investigación. Mi nombre es Cerno, décimo cuarta miembro. Me dedico a los experimentos, recolección de información, entre otros. No muchos han sobrevivido a ser solo oscuridad.
—¿Qu-é quieres decir? —dije confusa. No presté atención a mi alrededor por escuchar.
—Eres pequeña para entenderlo y he llegado a una conclusión sin hipótesis. Serás nuestro nuevo miembro. Apenas noto alteraciones, te llevaré hasta uno. Te espero hasta que estés preparada, seguramente te costará mantenerte en pie.

Como supuso Cerno, mis piernas no respondían y torpemente caía aún sin andar.

—Ya estoy lista... —volví a tropezar.
—Vaya vaya, tendré que traerte una muleta porque si no estaremos milenios aquí. Me adelantaré —se marchó cerrando la puerta volviendo a caer. Al rato, apareció otro encapuchado el doble de bajo que Cerno y parecía una chica.
—¿Vamos? —ofreció su mano cubierta por el guante y me llevó todo el camino a cuestas.

Al mirar de lado, noté un mechón resplandeciente sobresaliendo de su capucha.

—Tu pelo...
—Shhh.
—E-stá bien, sigamos —dije avergonzada.

Ante mí, estaba una enorme entrada que se abrió al instante, dejándome impresionada. Mi guía desapareció, pues ya había recuperado el equilibrio. Sentí esa sensación de amargura de antes. Aquella oscura sala ocultaba algo que me hacía daño.

—Ven, acércate.
—¿Tú... me has hecho esto?

Avancé unos pasos arrastrando mi cuerpo hasta llegar a un trono que le rodeaban otros trece tronos.

—Yo no fui, tú misma lo deseaste. Al renegar de tu luz, los sentimientos negativos y sensaciones están libres, y la positividad ya no te protegerá. Debes aceptarlo o te matará.
—Lo... intento —tuve una sensación de mareo y mareo—. Yo, lo aceptaré.
—Bienvenida, Décimo cuarta. Ahora servirás a la oscuridad y darás lealtad a la organización.

Asentí dejando el sufrimiento atrás. Ya no veía nada negro y parecía que tenía el control. Era agradable.

—¿Notas la sombra? ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí?

El jefe se acercó y observó mi rostro levantando mi barbilla con un dedo. Se dio la vuelta, ansioso de mi respuesta.

—Lo... noto. Me llamo Uzziel, vengo de la luz. Hace poco murió mi madre y...
—¿Y? Es extraño, alguien de ese lugar no habría sobrevivido al cambio y experimentado tales cambios a no ser que seas mi perdida hija.
—¿Qué? —alcé mis ojos sorprendida.
—Algunos están en este lugar son creaciones mías, y tú eres una de ellas. Qué triste por ella... Todavía mantenía algo de luz en su interior y eso le mató.
—¿Mi madre murió por el cambio?
—No exactamente. Optó por recuperar su parte perdida y dejar de lado lo que le hacía vivir. Una pena —. Se sentó y bostezó—. Puedes retirarte, es mejor que descanses y ya hablaremos. Uno de los miembros te acompañará.
—Sí, em...
—Padre, no hay problema en que me llames así, mi pequeña hija.
—Está bien, padre. Nos vemos.

En la salida se encontraba aquella chica que me devolvió a la cama.

—Gracias.
—No es nada, puedes llamarme Mebahel —. Se quitó la capucha. Era una mujer de mediana edad, pelo dorado y ojos de ese mismo color. Su cara no tenía desperfectos, siendo blanca y lisa.
—Uzziel.
—Mañana me pasaré a recogerte.

Y se fue. Recuerdo cómomi corazón latió con gran fuerza al ver su rostro y escuchar su voz. El olorque desprendía también me impresionó, jamás me había inquietado tanto. Me abracé pensando en lo ocurrido, era unamuerta viviente y había encontrado a mi padre, sabiendo la causa de la muertede mi madre. ¿En dónde estaba metida?
Ya no volví a tener esa pesadilla, pero no pude descansarpor ese nombre, esa extraña. Algo decía que tendríamos una buena amistad eneste solitario sitio.     

Traitor Angel(#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora